Ayer tuvo lugar, por primera vez en nuestra ya no tan joven democracia, una marcha estatal contra las violencias machistas. Organizada y convocada por el movimiento feminista de todos los rincones del Estado (no sin dificultades hasta última hora, pues la Delegación del Gobierno en la capital ha hecho todo lo que ha estado en su mano para boicotearla), a ella se han sumado muchas organizaciones y miles de personas que creen en y claman por los derechos humanos de las humanas.

Ayer me emocioné, manifestándome junto a miles de mujeres y hombres, incluídos mi hijo y mi marido, hombres de mi vida, por el derecho de las mujeres a una vida libre de violencia machista. Ayer gritamos que se nos ha agotado la paciencia; que queremos hechos, no palabras huecas ni meros gestos simbólicos. Esperemos que nos hayan oído, desde el Ayuntamiento más pequeño hasta la Moncloa.

Ayer, al verme inmersa en esa ola de energía que nace de la justa indignación pensé que sí, que nos han visto y oído y que hoy comienza otra etapa nueva cargada de energía transformadora. Ayer se produjo un punto de inflexión entre un antes y un después. Ya estamos en el después. En el día uno del después.

Hoy, en el día uno del después, los partidos políticos y sus líderes seguirán teniendo el «problema catalán» en su agenda de prioridades, pero habrán de colocar en ella lo que tan largamente venimos demandando y que ayer se hizo una sola voz en miles de personas.

Hoy, en el día uno del después, no podrán ignorarnos porque nos sabemos fuertes en esa unión y estamos por todas partes: en las escuelas, institutos y universidades, en los hospitales y centros de salud, en los comercios, en los medios de comunicación, en las empresas, en las casas, en ongs, en sindicatos, en asociaciones, en partidos políticos, en las administraciones públicas, en las instituciones. Las mujeres estamos en todas partes y hemos dicho basta ya, nos reivindiquemos o no como feministas. Y ahora hemos demostrado no sólo que somos capaces de unir nuestras fuerzas, sino también de que muchos hombres nos acompañen en ello. Por eso es el día uno del después. Porque después de este día la lucha contra las violencias machistas va a ocupar el lugar que merece, que no es otro que el del espacio público de forma prioritaria. Más les vale incluirla de forma bien explícita y en lugar relevante en sus programas políticos y, sobre todo, cumplirlos. Porque seguimos sumando de tal modo que se multiplica nuestra fuerza y a unas elecciones les suceden otras próximas. Y el tiempo pasa rápido, muy rápido; a tanta velocidad como se va agotando nuestra paciencia y creciendo nuestra indignación. No olviden que votamos.