Las mañanas de Madrid, y también las de Alicante, Valencia o cualquiera de nuestras capitales, aparecen los últimos sábados por la mañana ocupadas por manifestaciones y un gentío inmenso que está cada vez más dispuesto a lanzarse a las calles, a tomarlas más bien, para protestar por muchísimas cosas. Unas veces con razón y otras, la verdad, más con ganas de «liarla» que otra cosa, porque hay lemas que son el «antilema» y ciertos idearios que, ni con un litro de absenta, puedo introducir en mi iconografía «protestona» histórica (y mira que a protestona y manifestante y desde luego iconoclasta y movidita a mí, y a mis amigos, nos gana poca gente en estos últimos 20 añitos). Pero ya se nos empieza a hacer un poco «cuesta arriba» que las colas de «tropa» se agolpen en las entradas de las «manifas», en las protestas diarias y no en las sedes de ONG, asociaciones de trabajo duro por las causas y sobre todo en los museos, teatros, auditorios, cines... bien para pelearse por culturizar tu cabecita, por incluso contribuir con ejemplo a la causa de la justicia cultural y social, e incluso para que el tiempo se invierta en quienes pueden y cambian las cosas desde el ejemplo práctico y diario. La de ayer en la capital del reino, es decir, en la ciudad y villa de Madrid, fue contra la violencia de género. Género... que poco me gusta esa definición. La violencia es violencia, y si afecta a nuestro género (y servidora de eso ha pasado unos buenos tragos) es tanto física como psicológicamente y, desde luego, es con nuestro género en mayor parte porque somos el «sexo débil» (en realidad el verdaderamente más fuerte de la sociedad). Sin embargo a mí, y conste que entregada a la causa total de erradicar esta lacra de una puñetera vez y meter a todos los que hagan estas cosas en la cárcel unos largos años... pues digo, sin embargo a mí, por desgracia, me gustaría también que todo esto se combatiera con el ejemplo positivo. Me va pareciendo que destacar ejemplos como el de Johanna Manzanaro, que desde cero ha hecho un imperio, de ropa, complementos, estilo y gusto pero facturando una barbaridad, o mujeres fuertes y listas (porque que vayan promocionando tontas florero en este mundo de machistas «listillos» no nos vale, señoras...) como la Vicerrectora de la UA, María José Rodríguez o ejecutivas increíbles como Asunción Martínez, cargazo de AGBAR (para los neófitos, Aguas de Barcelona, multinacional española brutal...) pues reitero, me va pareciendo que son ellas el camino que hay que hacer para enarbolar banderas de revolución femenina, además de salir a las calles que es más habitual. Resumiendo, que tanta «manifa» si no se lleva a la práctica con medidas concretas, va agotando al personal y no resulta sino pesadita. Tan pesadita y con tan poco estilo, como el que tienen los que no entienden que unos alicantinos ( pienso estar entre ellos porque mi bandera es mía, y muy mía) hayan querido ser los adalides de una bandera que hoy, sí... hoy, más que nunca, significa mucho. A lo mejor hace años no estaría en eso y no me lo pensaría, pero igual que el feminismo inteligente y no revanchista es hoy una gran bandera necesaria todavía (con un par...), mi bandera, la misma que tuvo Azaña, Blas de Otero, Machado, Lorca, Riego y hasta la Paca de mi pueblo, esa por la que el rojo y el gualda me emocionan y me embargan los sentidos, es hoy símbolo de una actitud rebelde y luchadora. Me gusta mi país, me gusta mi España y me gusta mi gente, y desde aquí digo al aire, y en alto y claro, soy española, como la Jurado, las folclóricas y la copla, pero también como los que casco encima y un hambre loca hicieron los mares para llegar a América. Eso sí, sin Willy Toledo. Jamás habría tenido el valor el personaje de hacerse a la mar a su suerte... nunca será Aguirre ni Pizarro, y ni desearlo espero... Feliz domingo español (Artur Mas mediante).