En mi libro Treinta alicantinos al servicio de la humanidad titulé el capítulo dedicado a Eusebio Sempere como Un artista universal entre la generosidad y el misticismo, iniciándolo de un modo que creo define plenamente mi visión íntima de este ilustre personaje que naciera y muriera en Onil: «Plasmar la figura en letra impresa de Eusebio Sempere nos tiene que llevar a considerar, como punto de partida, que estamos ante el artista alicantino de mayor proyección internacional, hombre bueno en todos los sentidos, por naturaleza y por generoso hasta el punto de donar en vida su colección particular a la ciudad de Alicante que pudo constituir así el primer museo de concepción moderna de toda su historia.

También ha sido considerado como un místico pagano; tal vez, por ignorancia filosófica de quienes así lo definen, sobra el segundo calificativo porque el misticismo no nos traslada exclusivamente a lo religioso aunque Sempere lo fue, espiritualmente, sin estridencias. El cartesiano Victor Cousin lo consideró como una reacción frente al escepticismo, un abandono de lo racional en favor del sentimiento, la imaginación y la intuición.

Con estos conceptos, empezamos a comprender la obra de Sempere, a identificarnos con ella, su paciente minuciosidad, su trato de la luz y el movimiento que nos transmite serenidad y lo que cada cual sienta, imagine e intuya»

Inaugurarse la exposición Sempere. De puño y letra con los fondos de la Fundación Caja Mediterráneo en su sala de la avenida de Ramón y Cajal, tres años cerrada, ha supuesto un retorno al pasado glorioso de la entidad que tanto y bueno ubicó en aquel espacio de la cultura que, escaso ahora de medios económicos, exige el compromiso de las entidades públicas de esta ciudad tan remisa a salir de un letargo que la involucre en el reconocimiento de su pasado y de quienes la beneficiaron.

Irene Mira, sobrina del artista, nos leyó con profundo sentimiento algunos de los poemas inéditos de su tío, uno de ellos dedicado a quien tanto admiraba, cómo no, san Juan de la Cruz, místico donde los haya.

Estaba yo hablando con el pintor Vicente Rubio Tarifa de las injusticias del Alicante ingrato que rehúsa a muchos de los suyos, caso de Sempere, cuyo Año, a los treinta de su muerte, ha pasado un tanto desapercibido. Le comentaba que la estación del AVE, frente a su monumento Como una estrella, una infinidad de tiempo inerte de movimiento y agua, también muy cerca de la avenida de Óscar Esplá cuyo suelo diseñara, debía llevar el nombre de Sempere como se llama Joaquín Sorolla la de Valencia o Fernando Zóbel, su íntimo amigo, muerto un año antes que él, la de Cuenca, cuna del Museo de Arte Abstracto que gestara, con su impulso y el empeño de Gustavo Torner.

Por su parte Rubio Tarifa me comentaba cómo, estando Sempere enterrado en la Santa Faz porque así lo determinó en su testamento, al igual que Óscar Esplá, no figuraba texto alguno en la lápida bajo la que reposa. En el Museo de Arte Contemporáneo de Alicante figura una transgresora versión del lienzo que le realizara por encargo suyo, hace medio siglo, el canario Manolo Millares.

Y hete aquí que el concejal de Cultura Dani Simón, en su parlamento habló de que el Ayuntamiento ha aprobado solicitar a RENFE que nuestra estación lleve el nombre de Sempere y que se grabe el nombre de éste en su tumba, perdido tras las obras que conllevaron el montaje de La Luz de las Imágenes y no repuesto desde entonces por mor de habituales desidias.

Momentos gratos que nos deben hacer ver que la cultura no es sólo experimentación y vanguardia porque el tiempo deja en su sitio lo que llegará indefectiblemente a convertirse de innovador en clásico y de verdad ha tenido un valor reconocido.

Sempere pasó con matrícula de honor su discurrir plástico hasta la eternidad, Alicante lo mantiene en su culmen con los fondos propios y donados del MACA así como las esculturas cinéticas de la plaza de la Estrella y la Pirámide de la Albufereta mientras esta exposición de obra original y abundantes serigrafías que tanto cuidara su querido Abel Martín, acompañadas de documentos de diversa índole como cartas, recortes de prensa y carteles, ha supuesto una rentrée no sólo de la obra y memoria del colivenco sino de Miguel Valor que ha vuelto a la vida pública para colaborar en el empeño de la Fundación CAM, lo que nos queda a los alicantinos de aquella caja nuestra que fundara Eleuterio Maisonnave y se cargaron la ambición y el despropósito, para que remonte el vuelo, loable anhelo de cargos orgánicos como Matías Pérez Such y Rafael Simón Gil, presidente y secretario general, junto con patronos como Manuel de Barros, o gente de la casa de toda la vida, caso de Pepe Payá o Madín Rigual. Que la fuerza y la suerte os acompañen.