Alquilo un apartamento y me voy con una amiga a pasar unos días, y cual es nuestra sorpresa al llegar y darnos cuenta de que no tenemos luz. Contacto con el propietario y me dice que el anterior inquilino la ha dado de baja, y que el está tramitando la nueva instalación eléctrica, pero que esto tardará unos días, ante lo cual quedaba claro que íbamos a pasar un tiempo en un apartamento a oscuras, de modo que ponemos a trabajar nuestra imaginación y compramos velas y farolillos de colores a pilas que hacen acogedor y divertido el estudio y descubrimos un bar cercano donde desayunamos de cine, y las duchas frías son refrescantes y hacen más tersa la piel, y lavamos lo imprescindible y por supuesto a mano, y cuando nos mirábamos en el espejo del baño, la luz tenue de las candilejas saca lo mejor de nosotras y nos encontramos estupendas y felices. Cuando al cabo de unos días tenemos luz, casi no la echábamos de menos.

Y explico a mi amiga que, en realidad, tenemos cinco necesidades básicas que son beber, comer, dormir, las necesidades fisiológicas y abrigarse, y que todo lo demás son solo deseos y así queremos tener una vida con unas determinadas presencias y utilidades y queremos tener luz, claro, pero que cuando me digo «necesito» algo, el planteamiento se hace desde la carencia, el defecto o la necesidad y cuando digo «quiero» esto o aquello en mi vida, lo planteo desde la suma y la abundancia, y es que necesitamos muy poco, y saberlo nos trae paz y relajación.

Al caer la tarde mi amiga y yo caminamos por el paseo marítimo. Yo le hablo del psicólogo norteamericano Abraham Maslow y de su pirámide de necesidades humanas, que las jerarquiza desde las más básicas de comer o tener un sitio donde dormir. Y de que Maslow es conocido como uno de los fundadores de la denominada psicología humanista que defiende que existe una tendencia humana que busca la salud mental mediante la autorrealización personal. Y reflexionamos de nuevo sobre deseos y necesidades y sobre proyectos e ilusiones .

Paseamos por plazas y jardines. Entonces mi amiga se detiene y sonríe y, mirándome a los ojos, me pregunta «Dime, ¿tú con qué sueñas?».