La dopamina es uno de los neurotransmisores más asombrosos que actúan en nuestro sistema nervioso. Para hacernos una idea de su influencia, comencemos diciendo que los niveles bajos de este «mensajero» están relacionados con el aumento del deseo de consumo de drogas en adictos, con el trastorno por déficit de atención y con el alzheimer; mientras que niveles altos pueden producir psicosis.

La dopamina participa en nuestras funciones motoras, en nuestras emociones, en nuestra sensación de placer, en nuestra motivación, en nuestra capacidad de aprendizaje, en nuestro humor... Además, se la relaciona directamente con la creatividad.

Los expertos en neuromarketing (una disciplina que combina, como es de suponer, técnicas pertenecientes tanto a la neurociencia como al marketing), le prestan especial atención puesto que resulta fundamental para comprender el comportamiento de compra, tanto en una tienda física, como por Internet. La tendencia impulsiva a comprar, es decir, a obtener satisfacción de forma rápida a través de la adquisición de un objeto, provoca una segregación en gran cantidad del citado neurotransmisor, lo cual nos genera satisfacción. Pero esa situación no dura mucho, sólo unos minutos, ya que la sustancia es eliminada rápidamente de nuestro sistema. Por ello, ciertas estrategias de venta se afanan en ser rápidas, emocionales, evitando que el cliente tenga ocasión de meditar racionalmente. En prueba de ello, citemos un estudio de Online Graduate Programs que determinó que Amazon, una de las más importantes tiendas online del mundo, perdería 1.600 millones de dólares al año si su página tardara un segundo más de lo normal en cargar.

Sin embargo, tratar de producir más dopamina de lo habitual a través del consumo de drogas, de compras compulsivas, o cualquier otro método, acaba generando una reducción progresiva del placer. Por ello, los adictos que comienzan una abstinencia no encuentran satisfacción en nada.

Pero no creo que debamos dejar en manos de una sustancia nuestra felicidad o la ausencia de esta. En realidad, podríamos preguntarnos por qué buscamos de semejante modo una satisfacción rápida y efímera, que pronto nos generará insatisfacción y culpabilidad. Tendemos a pensar que las fluctuaciones químicas de nuestro cerebro son la causa de nuestras conductas y emociones, pero tal vez, seamos nosotros, con nuestras deciones y conductas, los que fomentamos la secrección de dichas sustancias.