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Isabel Vicente

¿Arte o basura?

Para no pasar por inculta, suelo callarme ante algunas de las propuestas artísticas de vanguardia, aunque no puedo evitar dudar sobre si a mí me falta preparación o si el de enfrente es un esnob medio idiota. ¿Quién pone el límite entre el arte y la porquería? Ante la imposibilidad de entender que un punto en medio de un folio sea una obra de arte, no puedo más que solidarizarme con la limpiadora de un museo italiano que este fin de semana se cargó un montaje artístico al confundirlo con basura. A la mujer le dijeron que limpiara y al encontrarse con un espacio lleno de botellas vacías, colillas, copas sucias y confetis pisoteados creyó que eran restos de una fiesta y lo dejó como los chorros del oro, de forma que el montaje ¿Dónde vamos a bailar esta noche? de Sara Goldschmied y Eleonora Chiari acabó en la basura. La obra era una metáfora del exceso consumista de la década de los ochenta tal como señalaron las artistas que, tras el disgusto inicial ante la desaparición de su trabajo, no tuvieron problemas en volver a tirar las botellas y las colillas al suelo y en reconstruir la obra en un plis plas. No es la primera vez que se confunde arte y porquería y prácticamente todos los museos de arte contemporáneo tienen anécdotas en este sentido. Por ejemplo, otro limpiador en un museo de Alemania hace cuatro años destrozó una obra valorada en 800.000 euros porque creía que estaba sucia. También en Alemania se cargaron una bañera que se presentaba llena de grasa como símbolo de la podredumbre social al dejarla como una patena, y lo mismo le ocurrió a la artista británica Tracey Emin con su obra The bed en la que mostraba una cama sin hacer con sábanas sucias, condones y bragas y restos de tabaco y alcohol. Pero ¿se puede culpar a alguien por creer que una manzana medio podrida encima de una mesa es basura y no una propuesta rompedora de un artista? ¿De verdad tenemos que mirar sesudamente un sujetador cogido con esparadrapo a una pared para no pasar por ignorantes, o babear ante un árbol al que le han colgado cartelitos con deseos por mucho que fuera una propuesta de Yoko Ono? Lo cierto es que uno no sabe si todos somos un poco súbditos de aquel emperador desnudo y lo que necesitamos son niños con forma de servicio de limpieza que nos abran los ojos.

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