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Gerardo Muñoz

Momentos de Alicante

Gerardo Muñoz

Cementerio de San Blas

Para la construcción de un cementerio, el Cabildo de San Nicolás compró el 10 de enero de 1803 al conde de Soto-Ameno un terreno situado en la partida rural de San Blas, en la vertiente occidental del monte Tosal y con una pequeña estribación en el lado sur que lo protegía de los vientos.

Aprobados los planos por el obispo en febrero de 1804, se levantaron cercas y una casa de un piso para el capellán y el conserje de 17'25 metros de fachada y 17'60 de fondo, situada fuera del recinto, con un gasto de 90.198 reales. El resto de las obras no fueron terminadas hasta 1806, aunque el camposanto fue bendecido e inaugurado el 14 de julio de 1805, siendo el primer cadáver enterrado el de Bernarda Lledó, viuda de Antonio Izquierdo. Tenía este cementerio una extensión de 6.294 metros cuadrados y estaba bordeado por una tapia de 2'50 metros de altura. En la pared sur fueron construidos los primeros nichos de mampostería, algunos en propiedad y otros para ser alquilados.

Con el dinero que María del Rosario Bismanos dejó consignado en su testamento, en 1852 se levantó en el centro de la fachada sur una capilla con sacristía y depósito de cadáveres, que fue inaugurada por Francisco Penalva, abad de la colegiata. Entre 1864 y 1865 se plantaron frente al cementerio terebintos y cipreses. Y el 8 de agosto de 1867 el Cabildo de San Nicolás adquirió por 650 escudos diez tahúllas lindantes por el oeste y el sur, propiedad de Josefa Escorcia y Pascual del Pobil, condesa de Soto-Ameno, para ampliar el cementerio.

Tras la revolución de septiembre de 1868, el cementerio pasó a depender del Ayuntamiento, que ordenó levantar unas tapias al oeste con objeto de ensancharlo. Pero en septiembre de 1869 las obras de ampliación fueron suspendidas por la proximidad de la ciudad y porque el terreno era sumamente peñascoso.

El Cabildo de San Nicolás recuperó la propiedad del cementerio el 17 de marzo de 1875 y un año después encargó al maestro de obras Vicente Pérez que lo ensanchara por la ladera oeste del Tosal, aprovechando las tapias que el Ayuntamiento había ordenado construir. En 1885, el cementerio tenía una extensión de 8.626 metros cuadrados.

En 1894 había dos salas mortuorias y otra para realizar autopsias, y, debido al crecimiento de la ciudad, se hallaba el cementerio a tan solo 300 metros del barrio de Santo Domingo y a 800 de la calle de Maisonnave, siendo la distancia mínima permitida (real orden de 17-2-1866) la de 2.000 metros. Dos terceras partes de su extensión estaban destinadas a propiedad particular y el resto para fosas comunes, que ya estaban repletas. De grandes dimensiones al principio, estas fosas fueron reduciendo su volumen con el paso del tiempo, primero para seis u ocho cadáveres, luego para dos o tres y, por último, para uno.

En 1918 fue inaugurado el cementerio de la Virgen del Remedio y el 17 de julio de 1931 fue clausurado el de San Blas. Durante años, muchos de los restos que había en éste fueron trasladados al nuevo. Otros muchos fueron depositados en una gran cripta, construida en la parroquia de San Blas.

Un informe del arquitecto y del inspector de sanidad municipales, firmado el 12 de mayo de 1933, presenta una situación lamentable del cementerio de San Blas: la tierra de la fosa común «está poblada de vegetación tan exuberante que a duras penas se puede distinguir alguna señal de sepultura. A excepción de una corta calle recientemente arreglada, las demás están invadidas por la vegetación». Recientemente habían robado en algunas sepulturas y la impresión era «de abandono y completa falta de cuidado (?). Los desagües no funcionan y en cuanto a arbolado y plantación son muy escasos los pinos, eucaliptus y cipreses, algunos de ellos secos. En cambio la vegetación espontánea lo invade todo». Además de la capilla, la casa del conserje y el depósito, se dice en este informe de 1933 que el cementerio contaba con un almacén y un horno crematorio para féretros, sudarios, mortajas y demás efectos fúnebres. En el piso de arriba de la casa del conserje se hallaban las oficinas.

Las denuncias por profanaciones se sucedieron a lo largo de los años. En noviembre de 1958, el gobernador civil se dirigió al alcalde para exigirle que intensificara la vigilancia en el cementerio de San Blas, debido al elevado número de quejas que se recibían.

En 1974, Gonzalo Vidal Tur describió una visita a este cementerio, ya en estado ruinoso. Habían zonas bien delimitadas: las que ocupaban los restos de gente que había sido rica y famosa en vida, con sus mausoleos y panteones, y las que contenían los restos de los pobres, con sus nichos y fosas comunes. También había una zona dedicada a las tumbas de niños. Entre los primeros, el presbítero y cronista de la provincia menciona a muchos nobles, casi todos ellos enterrados en la calle más antigua, la de Santa Teresa. Uno de ellos sobresale sin embargo porque fue enterrado en una fosa común en 1928: José Roca de Togores, conde de Pino Hermoso, brigadier de los Ejércitos y comandante general de la provincia de Alicante. «Sobre tan humilde tumba, por voluntad del finado, sólo aparece una modesta columna de piedra, cuyo remate sirve de pedestal a una cruz de hierro, sin inscripción alguna». También menciona otros alicantinos ilustres y de los que ya hemos hablado en esta serie de artículos: Bartolomé Arques, político liberal muerto heroicamente en 1826; el también político y revolucionario Manuel Carreras Amérigo, fallecido en 1855; Nicasio Camilo Jover, cronista y escritor muerto en 1881; Manuel Ausó Monzó, médico y espiritista enterrado en 1891; el arquitecto José Guardiola Picó, fallecido en 1909? En cuanto a los enterrados en las fosas comunes, no menciona nombre alguno, pero se fija en algunos epitafios, donde quedaron plasmados «sentimientos sinceros, gritos de dolor».

Poco a poco, el viejo camposanto fue quedando sepultado bajo los nuevos edificios que fueron construyéndose en el barrio de San Blas durante la segunda mitad del siglo XX.

Separado del cementerio de San Blas tan solo por una tapia, se encontraba otro en el que fueron enterrados quienes no profesaban el catolicismo, llamado Neutro, propiedad también del Cabildo de San Nicolás. Tenía unos dos mil metros cuadrados y fue también clausurado el 17 de julio de 1931.

Y también junto a los cementerios católico y neutro de San Blas, había otro donde eran enterrados los protestantes, conocido como «Inglés», por haber sido comprado el terreno que ocupaba (tahúlla y media) por el cónsul inglés, Benjamín Barrie, a la condesa de Soto-Ameno el 27 de mayo de 1854. El último entierro se efectuó el 13 de febrero de 1930.

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