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Marc Llorente

Resignación o cambio

El discurso del rey es la adaptación teatral de Emilio Hernández de la famosa película

El discurso del rey

Teatro Principal de Alicante

De David Seidler.

Versión: Emilio Hernández.

Dirección: Magüi Mira.

Hay éxitos teatrales llevados al cine y, en menor medida, exitosas películas adaptadas al teatro. El discurso del rey es ejemplo de lo último con la versión de Emilio Hernández a partir del texto teatral de David Seidler, guionista del filme, que padeció tartamudez en su infancia, problema que los pasajes tocan a través del duque de York convertido después en el rey Jorge VI. La suave tragicomedia defiende el poder de la palabra como forma de triunfo. Trágico a veces. Y ello mediante esta historia situada en la Inglaterra de los años 30. En un entorno de crisis económica y desequilibrio político europeo que se dirige hacia la II Guerra Mundial. El sugestivo clima se apoya en la sensible estética de un teatro «teatral» con actores-espectadores en el gran escenario del mundo, la calderoniana y shakesperiana idea de que cada sujeto escenifica su papel. Esto queda reforzado en un espacio casi vacío donde se hallan un sillón, sillas y objetos, en primer término, que van utilizándose. Algunos quizá prefieran un diseño realista para saborear con más nitidez la trama, ya que el espectáculo nos exige traspasar la epidermis para estimular el interés de un arte escénico más creativo. Por ahí va la adaptación de Emilio Hernández dirigida por Magüi Mira, nombres con solera y el antagonismo compuesto por Adrián Lastra y Roberto Álvarez, el rey y el terapeuta. Los caracteres del primero, con su voz peculiar, se asumen notablemente. El otro muestra desenfado con la buena tarea del actor que lo encarna. Ana Villa es la esposa, que impone la fuerza del amor, y Gabriel Garbisu acoge a Eduardo VIII, el hermano que abdica y provoca conflictos por su unión con una americana de la alta sociedad (Lola Marceli). Ángel Savín, por su parte, es el influyente político Churchill. Puede sentirse la desigual altura de las escenas, y vemos pasos de baile que forzadamente se introducen aunque aportan distensión y encanto musical. Todos alientan la bella obra con el valor de la amistad y el instinto de superación. El «ser o no ser» de Hamlet. Resignación o cambio. Por encima de ser comediante en la vida, está la desnuda esencia de las personas.

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