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Javier Llopis

Con el agua al cuello

Javier Llopis

Crónica de un secuestro

La Fira de Cocentaina tiene más de seis siglos de antigüedad y mueve en cada edición a medio millón de turistas procedentes de todos los rincones de la Comunitat Valenciana. Por si esto fuera poco, el evento está considerado como una pieza única del patrimonio cultural de todos los valencianos y en las últimas décadas se ha consolidado como un poderoso motor económico, que en unos pocos días genera un volumen de negocio superior a los 20 millones de euros. A pesar de todos estos datos apabullantes, la Generalitat lleva cinco legislaturas dándole la espalda a esta cita y este viernes las viejas calles de la Villa Condal serán el escenario de una situación difícil de explicar: Ximo Puig será el primer presidente autonómico que acuda oficialmente a la inauguración de la Fira en los últimos 25 años.

Las relaciones de los gobiernos autonómicos del PP con el certamen contestano darían para un tratado sobre sectarismo político. Los populares convirtieron la Fira en el inocente rehén de una infumable operación política destinada a tomar al asalto el poder en una localidad empeñada en votar alcaldes socialistas desde los lejanos tiempos de los primeros ayuntamientos democráticos. Este secuestro institucional se ha traducido en un boicot implacable, que ha dejado a la Fira fuera de todas las líneas de ayuda pública y que ha vetado de forma descarada la presencia de altos cargos del Consell. Durante dos vergonzosas décadas, la centenaria cita contestana ha vivido condenada a la inexistencia oficial y su rastro fue prácticamente borrado de la programación de Canal 9, que mientras tanto dedicaba amplios despliegues informativos a acontecimientos de mucho menor fuste.

Contraviniendo todas las leyes de la lógica chantajista, este inmerecido castigo ha tenido unos efectos altamente positivos sobre la Fira. La persecución sistemática de la Generalitat del PP ha coincidido con la época de mayor expansión del certamen contestano, que en las últimas dos décadas ha visto dispararse hasta extremos inéditos su popularidad, sus niveles de visitantes y sus índices de actividad económica. El tiro ha salido por la culata y los intentos de aplastar esta gran manifestación cultural han acabado por darle más solidez y por hacerla crecer. Los méritos de este insólito efecto boomerang hay que atribuirlos al esfuerzo de los sucesivos ayuntamientos de Cocentaina para hacer de la necesidad virtud y sobre todo a la pasión y al cariño con que todos los habitantes de la Villa Condal han sabido defender una de sus más destacadas señas de identidad como pueblo.

La presencia de Ximo Puig en la inauguración de la Fira de 2015 representa el primer paso hacia una normalidad que nunca debió de haberse visto interrumpida. El desbloqueo de las relaciones entre Cocentaina y Valencia obliga revisar una larguísima lista de asuntos pendientes, que quedaron aparcados por la obsesiva aplicación de la política de acoso y derribo del PP. La nueva Generalitat debe jugar un papel importante en el diseño de la Fira del futuro. Cuestiones vitales y urgentes, como la ampliación de la superficie ferial para luchar contra los preocupantes problemas de masificación, exceden con mucho las posibilidades de una corporación municipal y necesitan del apoyo decidido del gobierno autonómico. El Consell está obligado a liderar esta nueva etapa y a compensar a la Villa Condal por el trato injusto y casi vejatorio que ha recibido durante años.

Por fortuna, el secuestro de la Fira de Tots Sants es ahora un capítulo más de esa triste historia de despropósitos y de arbitrariedades que nos legaron los gobiernos populares. Resulta difícil imaginarse a la Junta de Andalucía acosando a la Feria de Abril de Sevilla, a la Diputación Foral de Navarra persiguiendo a los sanfermines o a la Generalitat de Cataluña boicoteando la Patum de Berga. Los habitantes de Cocentaina han comprobado en sus propias carnes que la Comunitat Valenciana es diferente, asistiendo durante veinte años al inexplicable espectáculo de ver a una Administración que utiliza todos los medios a su alcance para ahogar a una hermosa tradición centenaria, que remonta sus orígenes a los tiempos de Pere IV el Cerimoniós.

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