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Sostenella y enmendalla

Cosas de «guiris». Aquí lo habríamos hecho mucho antes encargándoselo, por ejemplo, a la FAES, que tan buenos consejos sabe dar al Gobierno de la nación (Nación: palabrita de la que se abusa sin haberla definido antes y que, por tanto, sirve para un roto y un descosido). Pero el caso es que en la Gran Bretaña, hace algunos años, se nombró una comisión dirigida por sir John Chilcot para analizar el papel de su gobierno de entonces en la invasión de Irak que apoyó y en la que intervino a través de su Ejército. La tal comisión había anunciado que terminaría sus trabajos en un año y ya lleva, por lo menos, cinco. Trasparencia elogiable, retraso incomprensible. No es España.

Parece, de todas formas, que las conclusiones están a punto de ser publicadas finalmente, y Tony Blair ha salido a la palestra para repetir cosas que viene diciendo los últimos años. En eso también se diferencia de los restantes componentes del «cuarteto de las Azores», alguno de los cuales desapareció incluso de las fotos. Barroso, sin ir más lejos. Bush no ha sido muy locuaz (no me refiero al actual pre-candidato a la Presidencia y a sus actuales problemas con la financiación), los artífices de aquella invasión tampoco (me refiero a Rumsfeld y a Cheney) y Aznar ya explicó que su «créanme» sobre las armas de destrucción masiva se debió a un fallo en la información recibida, no a su intención de mentir a los españoles que le escuchaban por televisión.

Tony Blair ha ido más allá hace un par de días. ¡Pedía disculpas!, en la CNN, porque las informaciones recibidas eran falsas (les engañaron a los muy incautos sobre las armas de destrucción masiva, aunque se sabe que el apoyo a Bush era de un año anterior a los hechos), porque cometieron errores de planificación y porque se equivocaron en su comprensión de lo que sucedería después de terminar con el régimen de Sadam Husein.

Pues sí: la preparación no fue primorosa que digamos, aunque tiempo sí que tuvieron. Y a eso se añadieron los errores de Paul Bremmer, enviado presidencial, respecto al partido Baaz y, sobre todo, respecto al ejército iraquí. Pero ahora el problema no es el caos que sigue habiendo en el país, prodigio de invasión chapucera. El problema ahora es el Estado Islámico.

A ese respecto, el entorno de Blair reconoce que el gobierno títere impuesto a Bagdad se convirtió en talmente sectario que generó una reacción en la población, en los militares desmilitarizados y lanzados al desempleo, y en los miembros de facciones religiosas diferentes de la dominante en el nuevo y flamante gobierno. Si a eso se añade el paso de un gobierno «laico» (detestado por Al Qaeda precisamente por ello) a un gobierno «religioso» chiíta, se entenderá por qué ahora se le ha preguntado a Blair si no se siente responsable del nacimiento del Estado Islámico (DAESH en sus siglas árabes, ISIS en las inglesas).

Efectivamente, esta inicial rama de Al Qaeda, nacida en Irak de esa mezcolanza de factores, extendida a Siria y retornada a Irak, se habría convertido en una de las grandes preocupaciones de gobiernos de diversa coloración y de geografías variadas. ¿Fue entonces la chapucera invasión de Irak la causa principal del nacimiento del EI? Blair responde: «I think there are elements of truth in that», algo hay de verdad en ello.

No exageremos (y Blair tampoco exagera y con mayor motivo): la decisión de 2003 de quitar de en medio a Sadam difícilmente pudo ser «la» causa del Estado Islámico que no empezaría a ser conocido hasta 2008, que es cuando se inicia el declinar de Al Qaeda (ahora «nuestro» aliado contra Al Asad en Siria) y el auge del EI. Pero es curioso (para un político retirado) reconocer el papel que las decisiones en las que participó tuvieron en el nacimiento de este Estado (o, si se prefiere, «nación», que es como, en el fondo, ellos se consideran -definiciones al margen-).

Es posible que el cuarteto de las Azores (incluyo a Bush II) fuera engañado y hasta que Colin Powell también lo fuera y que todavía esté avergonzado del papelón que hizo ante Naciones Unidas contando «errores de inteligencia» (y lo de «inteligencia» se las trae). Obvio: no tenían más remedio que confiar en lo que les decían ya que no me los imagino viajando al lugar para cerciorarse de la verdad de la información recibida. ¿Exceso de confianza, superficialidad, narcisismo, arrogancia? No lo sé.

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