A pesar de que el Banco Mundial informa que el hambre ha disminuido en el mundo, este flagelo sigue matando más seres humanos que el sida, la malaria y la tuberculosis juntas. Aproximadamente dos tercios de la población que sufre hambre crónica está constituida por mujeres y niñas. Más de mil millones de habitantes siguen viviendo en la miseria y muchos más sufren hambre y son vulnerables a las crisis ambientales; el cambio climático es una realidad innegable (sequías, inundaciones, tormentas, etcétera). Otro factor importante es el incremento de los precios de los alimentos. Según este banco dicho aumento llegó al nivel más alto entre junio de 2010 y febrero de 2011, provocando que unas 44 millones de personas se sumaran a la lista de los hambrientos. Por otra parte, la cantidad de alimentos que se pierden o desperdicia cada año equivale a más de la mitad de la cosecha mundial de cereales: 2.300 millones de toneladas entre 2009/2010. También hay que tener en cuenta el traslado de alimentos de un país a otro, de un continente a otro, determinado por la oferta y la demanda, demanda que crea la publicidad generalmente.

En 2010, un porcentaje estimado de 21% de personas en el mundo vivía con menos de un dólar veinticinco al día en comparación con el 43% en 1990 y el 52% en 1981. Se trata de una estadística positiva pero no ha repercutido de manera significativa en el nivel de vida del conjunto de la población mundial. Las políticas llamadas neoliberales han significado la pérdida de derechos laborables, la concentración de la riqueza. El hambre ha llegado a los países desarrollados, en los más desarrollados han aumentado los excluidos sociales, los parados excluidos del mercado de trabajo; se considera que no pasan hambre pero aumentó la desnutrición, dado que los alimentos que reciben de las ONG (Cruz Roja, Cáritas y otras) y de los fondos de alimentos de la Unión Europea no aseguran una nutrición adecuada.

De los aproximadamente mil millones de personas, más de la mitad se encuentra en Asia y el Pacífico y alrededor de una cuarta parte vive en África subsahariana. En diversas regiones del planeta las guerras obligan a que multitudes tengan que abandonar sus hogares, su tierra. A la sequía se suman los conflictos armados, siendo la mayoría de las víctimas civiles. ACNUR estima que más de 60 millones de personas son refugiados y más millones han tenido que desplazarse dentro de su país; está de más comentar que también son afectadas por el hambre y/o la desnutrición.

Oxfam ha organizado una campaña que denomina «Tras la marca» con el objetivo de mentalizar a las diez mayores multinacionales de la alimentación para que mejoren sus políticas en los países pobres y si bien se han producido algunos resultados interesantes, Oxfam informa que por el momento los progresos han sido «escasos». Según esta ONG «llevará tiempo cambiar cien años de tradición aprovechándose de unas tierras y una mano de obra baratas para conseguir una producción en masa que les reporta enormes beneficios, a pesar de su alto costo social y medio ambiental». A todo esto, estas empresas y algunos Estados como el chino compran enormes extensiones de tierras en diversos países provocando la expulsión de campesinos. Es decir se preparan para el futuro asegurándose enormes beneficios con fines monopolíticos.

El agua, los alimentos, se están convirtiendo en el gran negocio junto con el petróleo o la venta de armas.