Un amigo me justificaba el otro día la bondad de trabajar en precario e incluso que parte del salario a los trabajadores se abone en negro. Decía: «El que está en el paro y desesperado se acoge a cualquier cosa», aunque también es verdad que responsabilizaba a determinados empresarios hacer contratos a media jornada y luego obligar al trabajador a hacer la jornada completa pagándole la mitad de su salario en «A», de acuerdo al contrato que se le ha hecho, y la otra mitad en dinero negro. Evidentemente, en el sector de la hostelería esta práctica fraudulenta e indigna parece que es muy común y seguramente cada uno de ustedes, queridos lectores, tendrán en su entorno más cercano a un familiar que trabaja en estas condiciones y además conozcan a algún empresario que defrauda, con este sistema de contratación, a la Seguridad Social o a la hacienda pública. ¿O no? Siguiendo con la afirmación de mi amigo, buena persona y comprometido socialmente, cabe una única reflexión: trabajar sí, pero con dignidad y con derechos. Es responsabilidad de este gobierno el no poner los medios necesarios para que la inspección de trabajo haga su labor y evite esta ilegalidad. Esta forma de contratación engañosa fomenta la economía sumergida y el dinero negro. Un país civilizado, democrático y desarrollado no puede ni debe justificar actitudes ilegales, repudiables, ni tampoco la contratación esclavista. La reforma laboral del Gobierno del PP ha posibilitado que los empresarios despidan más barato y también que contraten a trabajadores y trabajadoras con salarios más bajos y con menos derechos laborales. Son los empleos basura. Ah, y mientras las mujeres cobran, a igual trabajo que los hombres, un 30% menos de salario que estos. Una desigualdad más en esta sociedad del siglo XXI.

Se acaban de publicar los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del tercer trimestre y los datos cuantitativos son positivos, aunque los cualitativos siguen siendo malísimos. Seguimos con un 21,18% de paro de la población activa, y el empleo que se crea, mayormente, es temporal ya que 205.500 nuevos contratos lo han sido bajo esta modalidad, mientras se siguen destruyendo contratos indefinidos, concretamente 18.900. En estos momentos estamos en cifras de desempleo similares a las del tercer trimestre de 2011 cuando era presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Se acuerdan la campaña que el PP le hizo a ZP por las abultadas cifras de paro? Pues bien, ¿tienen algo que decir el señor Rajoy y su partido ahora que tras toda una legislatura estamos como estábamos con Zapatero en materia de empleo? Es mas, estamos peor: hay más precariedad, menos estabilidad en el trabajo, los salarios de los trabajadores han caído en picado, hay más desempleados de larga duración que antes de llegar el PP al Gobierno de la nación, hay trabajadores que aun teniendo un empleo hoy son pobres, existe una mayor expulsión de la mujer del mercado laboral, se han ido por obligación fuera de nuestro país cientos de miles de jóvenes en busca del empleo que aquí se les negó, y los empresarios utilizan el «descuelgue» en la aplicación de los convenios colectivos -posibilidad que tienen a raíz de la reforma laboral de 2012- para modificar a la baja las condiciones salariales y cambiar las condiciones organizativas en las empresas. Según datos del diario digital Público, 286.691 asalariados han sufrido un empeoramiento de sus condiciones de trabajo desde febrero de 2012, fecha de entrada en vigor de la reforma laboral del PP.

En definitiva, con el PP se está troceando el empleo existente en nuestro país. Se destruye un empleo estable y bien remunerado y a cambio se crean dos puestos de trabajo temporales o a tiempo parcial y con salarios indignos que fomentan el aumento de la pobreza ciudadana. Salir de esta crisis económica con los parámetros y mecanismos que se dan en países donde los derechos de los trabajadores no existen y donde se producen jornadas laborales extensas e interminables y con salarios vergonzosos es apostar por un modelo de crecimiento económico equivocado. China, segunda potencia económica mundial, tiene una previsión de crecimiento para este año del 7% y, sin embargo, es un modelo que ha fomentado las desigualdades en aquel país y ha devastado el medio ambiente. Así no.

Nos estamos acercando a la fecha del 20 de diciembre y los partidos políticos ya están en plena campaña -oficialmente precampaña-. Unos «venden» lo que pueden y quieren vender, de lo otro ni lo nombran, y los aspirantes prometiendo lo que luego no van a cumplir. España necesita un modelo económico y productivo que disminuya las desigualdades, elimine la nueva pobreza generada por un modelo injusto y recupere todo lo conseguido durante la Transición democrática y que ahora se está perdiendo. Ni más ni menos.