Qué duda cabe que la llegada de El club, de Pablo Larraín, a los cines Panoramis de Alicante, dos semanas después de su estreno nacional, es una de las mejores noticias con las que nos podíamos desayunar los aficionados. Hay películas buenas, regulares y malas, y hay películas imprescindibles. Y en el inventario del año 2015, la de Larraín es, sin duda, una de ellas. Brutal, contenida como ella sola, juega en otra liga. En la liga de las grandes.
En nuestro país, fue vista por primera vez en la sección Zabaltegi del Festival de San Sebastián, aunque la demanda hizo que muchísimos espectadores se quedasen fuera de la sala. La sección oficial del certamen tuvo numerosa presencia española. Lo que no significa que dichos títulos llegasen a nuestra provincia. El apóstata, de Federico Veiroj; El rey de La Habana, de Agustí Villaronga y Amama, de Telmo Esmal, quedaron apeadas de nuestras carteleras. Como ocurrirá presumiblemente con Un día perfecto para volar, de Marc Recha.
También quedó fuera de nuestro circuito la ganadora del Oso de Berlín, Taxi Teheran, estrenada hace un par de semanas, sin copia en nuestro territorio. Y como dice mi amigo Gonzalo Eulogio, llegadas estas fechas, «veremos si podemos ver este año la Palma de Oro de Cannes». Suponemos que sí, habida cuenta que Deephan, de Jacques Audiard, inaugura la edición número 60 de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, para impulsar su lanzamiento la próxima semana.
No es la primera vez ni será la última que la cartelera nos mantiene en vilo, que hasta que no vemos los horarios confirmados para ciertos títulos no podemos respirar tranquilos. Son demasiados los que se pierden semana a semana.
De ahí que celebremos como se merece la llegada de El club de Larraín. Que ciertas obras entren o no en el circuito cultural de una ciudad, dice mucho de sus carencias o de sus bondades. De estar o no en el mapa.
