Hasta hace unos años el único Amancio, nombre por otra parte poco común, del que tenía conocimiento era el gran Amancio Amaro, uno de los mejores futbolistas de la historia del fútbol patrio allá por los años sesenta, delantero goleador y de fino regate que jugó con el Real Madrid de los llamados «ye-ye» y con la selección española, con ambos equipos fue campeón de Europa. Pero de la misma Galicia de donde surgió el jugador de fútbol, proviene nuestro nuevo famoso Amancio, que como aquél también los es en el ámbito internacional. Amancio Ortega lleva ya unos cuantos años siendo considerado como uno de los hombres más ricos del planeta, en esas listas que la revista Forbes publica para envidia de muchos y rencores de otros.

Una subida superior al 2,5% de las acciones de Inditex ha disparado la fortuna de Amancio Ortega hasta los 79.600 millones de dólares, lo que le ha convertido en el hombre más rico del mundo delante de Gates, Slim o Buffet temporalmente. Las subidas y bajadas de las bolsas tienen estos efectos entre los más poderosos del orbe. El propietario de Zara, marca extendida por todo el mundo, desde China a Europa y desde los Estados Unidos a los países del hemisferio sur, es un ejemplo del esfuerzo y trabajo a diario desde abajo, hasta lograr fundar un imperio industrial que marca tendencias. De abajo arriba, el gallego sabio, como también se conocía a otro ilustre gallego del fútbol como lo fue Arsenio Iglesias, ha sabido construir un tejido empresarial desde la humildad y la sencillez que le caracteriza en sus escasas apariciones púbicas. Un ejemplo para tanto empresario que busca la ostentosidad incluso anteponiéndola a los propios beneficios y por supuesto a la generación de puestos de trabajo. Ejemplo también para esos, que se dedican a vivir de los subsidios y/o contratas con las distintas administraciones públicas, utilizando de forma artera influencias para conseguir licitaciones.

Tener entre tus compatriotas al más rico del mundo no es que nos deba llenar de orgullo y satisfacción, pero sí de reconocimiento a lo que Inditex, Zara y el propio Amancio Ortega son: referentes indiscutibles de la llamada marca España. Las empresas del grupo, se encuentran en las ciudades más importantes de los cinco continentes y en sus calles de mayor renombre, así como en los rincones más recónditos del planeta. Es de ley reconocerle al gallego el mérito de haber conseguido llegar a lo más alto en el mundo empresarial, a partir de sus orígenes con sus albornoces y batas en los años sesenta, hasta fundar Inditex, primer grupo mundial textil y una de las empresas más importantes del Ibex 35, compuesto por las de mayor capitalización bursátil de la bolsa española. El mismo día en el que llegó a ser considerado el hombre más rico del mundo por unas horas, en Arteixo, población de unos treinta mil habitantes de la provincia de La Coruña y sede oficial de Inditex, compartió mesa y mantel con los trabajadores de la factoría como suele hacer a menudo. En contraste, la prodigalidad que por estos pagos, Alicante, era marca de la casa cuando en la extinta CAM, su director general Roberto López, solía comer, cuando no lo hacía en los mejores restaurantes con tarjeta opaca, en su comedor privado de la sexta planta servido por el restaurante de alto standing sito en la otra orilla de Oscar Esplá. Uno ahorrando su dinero, otro gastándose el de los demás.

Cuando se habla de Amancio Ortega o alguna de las empresas que conforman su grupo, no se puede evitar el utilizar constantemente los conceptos orbe, mundial, internacional, signo evidente del intrínseco valor empresarial que adornan al fundador de Inditex. Pero si en su haber se encuentra la creación de más de 140.000 puestos de trabajo directos que componen la plantilla de Inditex, no es menos cierto que en su debe hay que significar las denuncias, como a la mayor parte de las empresas del textil, formuladas en su contra por mano de obra infantil y duras condiciones laborales en los países del tercer mundo donde tiene fábricas, en los que las legislaciones laborales dejan mucho que desear o incluso son inexistentes. Lo que pone de manifiesto, que estas inmensas fortunas no llegan exclusivamente con el esfuerzo y la inteligencia, sino también con la explotación de la mano de obra de los menos afortunados, de los parias de la tierra que pueblan Bangladésh, China o la India. Amancio el sabio, sí pero menos.