De lo manifestado por el Sr. Mas en el Parlament de Catalunya, en una comparecencia exculpatoria en la que, como es habitual, carga contra el Estado (español) por el hecho de que un juez de Vendrell ha puesto en la picota a ciertas personas de su partido, entre ellas al tesorero, y a su partido mismo, por causas graves de corrupción y otros delitos, cabe hacer algunas consideraciones.

Un personaje tan importante como el Sr. Mas, ungido para llevar sobre sus hombros la hercúlea tarea de liberar a su pueblo de la opresión española, no puede perder un minuto enredado en minucias procesales y mucho menos en aportar datos, documentos o pruebas que desdigan lo que, al margen la investigación judicial en curso -pletórica de incisivos indicios-, era y es un secreto a voces: el 3%.

Por tanto, lo procedente para el Sr. Mas es ponerse la señera por montera y darle duro, no importa lo fantasioso del intento, al malvado Estado que, al parecer, ha urdido una operación maquiavélica y criminal en la que participan jueces, fiscales, policías y testigos diversos con el abyecto objetivo de hacer descarrilar el tren que llevará a Catalunya a su esplendoroso destino.

Pero tal vez la consideración más interesante a tener en cuenta de lo dicho por el Sr. Mas en su comparecencia es el oportuno burladero que se ha procurado para distraer su responsabilidad -puesto que los hechos denunciados e investigados se corresponden con la etapa en la que el Sr. Mas es el máximo responsable de CDC- y pasar a otra cosa.

Según el Sr. Mas, el sistema adoptado por la Generalitat para dotar a su Administración de un nivel de máxima transparencia en la contratación pública, es ejemplo y envidia del orbe entero, al estar avalado nada menos que por «Transparencia Internacional», un sistema «impecable y un modelo a imitar en el que no hay errores ni posibilidad de influir». Así que ¿cómo se va a poner en tela de juicio la actuación de la Generalitat cuando existe un protocolo de transparencia que avala en un cien por cien la fiabilidad de los contratos, las donaciones y las aportaciones que ingresa la Fundación de CDC, que a su vez financia a CDC?

Pero cuidado. «Transparencia Internacional» es, por supuesto, una ONG prestigiosa que lleva años luchando contra la corrupción y el abuso de poder en más de setenta países del todo el mundo. Además de evaluar y establecer regulaciones, «Transparencia» publica anualmente un «Índice de Percepción de Corrupción», una lista corporativa que alcanza a estados, regiones, municipios y otros entes en diversos países. Ahora bien, como sus críticos dicen y la propia ONG reconoce -más allá de que sus estimaciones y protocolos son generales y estandarizados- la corrupción, por definición, se produce de forma secreta, y su detección tiene que confiarse a encuestas de terceros.

En una palabra: el aval de «Transparencia Internacional» crea una apariencia de trasparencia pero no garantiza nada. A medida que este tipo de protocolos se hacen más finos, más finos y sofisticados son los medios que los corruptos emplean para conseguir sus fines, como todo parece indicar en el caso de CDC en Cataluña.

Para luchar seriamente contra la corrupción es mucho más importante impulsar una cultura corporativa basada en la decencia y una voluntad política decidida que garantice, y aún ensalce, la conducta de todos aquéllos funcionarios y servidores públicos que denuncien o, simplemente, que se atengan al cumplimiento de sus obligaciones, en lugar de resultar penalizados y ser víctimas de presiones y vacíos, como ahora sucede en la mayoría de los casos.