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Javier Mondéjar.

El indignado burgués

Javier Mondéjar

Oligopolios que nos hielan el corazón

La crisis -de la nos dicen que hemos salido gracias a Súper-Mariano, el nuevo superhéroe de la Merkel- nos ofrece interesantes paradojas económicas, a cual más desoladora para el ciudadano del montón, esos que ni somos muy pobres ni muy ricos y tenemos una empresa ni muy grande ni muy pequeña. Por una parte la mayoría hemos pasado de tener un futuro previsiblemente mejor a uno lleno de nubarrones y, por la otra, no ya es que los paganos de la crisis hayamos sido los de siempre, es que encima los responsables se han forrado el riñón como nunca se había visto en la historia del Mundo. Lo que demuestra que los piratas y los tratantes de esclavos pasan en dos generaciones de ser seres detestables a capitanes de la industria, porque el dinero se purifica rápido.

Hay una tercera paradoja típicamente española: la concentración de servicios fundamentales en pocas manos, que cuando se trata del tráfico de drogas la Guardia Civil lo reprime como cártel y cuando es de electricidad se le da respetabilidad aunque tenga las mismas características y sea igualmente un oligopolio. Pero está mal visto que el capo de la cocaína se dé el pico con el presidente del Gobierno y queda de cine una reunión con el Padrino del petróleo.

La base del capitalismo es la competencia entre empresas, ¿no? Pues ya no. Eso era en los tiempos remotos en los que todos creíamos en una sociedad basada en los méritos, en una democracia en la que se elegía a los mejores y en empresas donde quien más investigaba y trabajaba se llevaba el gato al agua. Ya no, insisto, ese modelo está caduco. A mí particularmente me importa un bledo que haya un monopolio sobre el tratamiento y la comercialización de las huevas de mújol, pero que los servicios básicos estén en manos de tres me preocupa una barbaridad y tanto el agua, como la electricidad, el petróleo, el gas y la financiación son auténticos oligopolios que campan a sus anchas, fijan los precios que les parece y se ríen de los consumidores, porque para algo tienen a los ministros atados y bien atados.

No es raro que al mismo ministro que firma hoy una Ley privatizando el sol -¡dónde hemos llegado, señora Eduvigis!- se le recompense mañana (y cuando digo mañana digo en enero que faltan dos telediarios) con la entrada en un Consejo de Administración de esos en los que no se hace nada, se cobra un potosí y encima permiten una red de contactos para que ni a ti ni a tus herederos hasta la tercera generación les falte de ná. No se explica que se legisle contra el ciudadano si no es desde el pasotismo en el que piensas que, total, de perdidos al río y si te van a echar del Gobierno alguien te recogerá, que hace mucho frío fuera. Y que nos den, por no reconocerles sus esfuerzos y ser unos desagradecidos.

Lo malo es que con tanto oligopolio en servicios básicos todos perdemos (menos ellos). Si yo soy un pequeño empresario y necesitaba financiación para un proyecto antes no necesitaba salir de Alicante, me iba a la CAM y resolvía. Además tenía el arma de la competencia: en ese mar había muchos peces. Ya no. En España han quedado cuatro grupos bancarios que se han comido a los pececillos gracias a los regalos que les han hecho desde el Gobierno con el dinero de todos; igual que en China, donde el condenado paga las balas con las que lo ajustician. Lo peor del caso es que ese poderío lo han logrado gracias a los que mandan y reparten el dinero ajeno, no es extraño que siempre se perdonen las deudas a los partidos, ¡qué menos! Obviamente entre bomberos no van a pisarse la manguera, que hay agua para todos. Ahora el dueño de una empresa pequeña traga con lo que hay y si los bancos no le dan pues tiene que cerrar la persiana o irse a ver a los usureros.

Hay tres servicios básicos que como la aldea de Astérix resisten rodeados de romanos por todas partes: la educación, la sanidad y las pensiones. Pero, ojo, que las trazas son mortales y este Gobierno ha hecho mucho muchísimo para que los diques empiecen a abrirse. Bajo la excusa de los recortes se ha hecho una labor de zapa de mucho cuidado, preparando el terreno para primero repartir el negocio y luego concentrarlo en manos de los de siempre. A lo mejor habría que ver en la campaña electoral quién nos da más confianza en este campo, aunque seguro que habrá partidarios de los monopolios, que el personal es muy sufrido y no suele ver de dónde viene el golpe que le abate. Luego vienen los madremías, pero ya no hay nada que hacer.

Nota para mí mismo: Tengo que ver si consigo una contrata para privatizar el aire y salgo de una vez de un mediano pasar.

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