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Desde mi terraza

Luis De Castro

Adiós al Caballero de la Rosa

Hará unos tres años que conté en mi columna la historia del «Caballero de la Rosa»; hoy vuelvo a ello porque el misterioso caballero cuya identidad no revelé entonces, a pesar de la insistencia de muchos lectores en conocerla, y que ahora puedo revelar porque el «Caballero» nos acaba de dejar: D. Fernando Flores Arroyo, uno de los pocos exalcaldes de Alicante vivos, falleció a la edad de 95 espléndidos años llenos de vitalidad y lucidez, que mantuvo hasta dos o tres meses antes de morir. Como digo, hará unos tres años me encontraba en la floristería El Tulipán cuando entró alguien que me saludó tocándome el hombro: «Hombre, el tío Fernando», exclamé. Me contó que iba a recoger la rosa que todos los jueves depositaba junto a la fotografía de su esposa, Michu, fallecida unos cuántos años antes. Y Carmen, la propietaria de la tienda, al ver la familiaridad con que nos tratábamos, sació su curiosidad por el misterioso señor de la rosa que semanalmente la visitaba y que la tenía muy intrigada. La historia de la rosa roja la dejó fascinada. No creo atentar contra la intimidad familiar por contar esta bella historia que no es sino una prueba de amor ejemplar, y que dignifica a su protagonista, para orgullo de su familia. José María Perea hizo una magnífica y documentada semblanza de Fernando Flores desde el punto de vista institucional y profesional, que yo ahora intento completar desde el factor humano; mi amistad con los Flores viene de muchos años atrás aunque fuera mucho más intensa con la familia de su hermano pequeño, Mario, de cuyas hijas soy íntimo amigo. Pero también la familia de Fernando, y él mismo, me despertaba mucha simpatía. La última vez que le vi fue celebrando la Mona de Pascua en casa de su sobrina María del Mar Flores, en San Vicente, como todos los años. Fernando me contaba muchas historias sobre su tiempo al frente de la alcaldía; pero lo que muy poca gente sabe es que de lo que se sentía más orgulloso es de haber sido el artífice de la desaparición de las ventanillas del ayuntamiento, convirtiéndolas en mostradores donde se podía hablar cara a cara con el funcionario de turno sin que te diera con la puerta de la ventanilla en las narices. «Yo acabé con el "vuelva usted mañana" de Larra». Fernando y yo estábamos en las antípodas del pensamiento político y religioso; pero una vez más se demuestra que la educación y la urbanidad facilita mucho la comunicación de las personas. Y don Fernando Flores representaba la educación y la discreción en su grado máximo. Casualmente, junto a su esquela en este periódico figuraba otra que me impresionó en extremo porque no la esperaba: María José Espuch Llaneras, Marisé para los amigos, falleció el mismo día. El lector de cierta edad recordará un establecimiento de menaje de cocina de calidad que existía en la calle Castaños, propiedad de sus padres, La Cocina, muy conocido en la época por un eslogan publicitario radiofónico que decía: «La Cocina, Castaños 44, más arriba del teatro». La última vez que la vi fue en el concierto de Serrat de este verano en la Plaza de Toros, simpática y jovial como siempre. Y no puedo ahora sino recordar que formaba parte del grupo de chicas de mi primer guateque, tendría yo unos quince años, en casa de las hermanas Fuster, Lolita y Rosa Mari. Y traigo a colación a Marisé porque en cierta medida forma parte de la historia de Alicante, ya que su tía abuela fue la modelo del escultor Vicente Bañuls para encarnar a «la moza del cántaro», la aguadora de la fuente de la Plaza de Gabriel Miró, allá por el año

La Perla. Nada mejor que rendir homenaje a mis dos amigos con este breve y famoso poema de cubano José Martí: «Cultivo una rosa blanca en julio como en enero/para el amigo sincero que me da su mano franca./Y para el cruel que me arranca el corazón con que vivo/cardos ni ortigas cultivo: cultivo la rosa blanca».

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