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Francisco Esquivel

El encuentro

Enrique Ortiz se presentó en el Ayuntamiento de Alicante en plan galáctico a bordo de un Porsche que lo dejó y lo recogió en la puerta, sin papeles y a cuerpo gentil como es él mismamente. En el encuentro que programó lo dejaron solo a un lado de la mesa, mientras que la alineación de enfrente estaba compuesta por media docena: el alcalde con la escudera; el par de coaligados y, en las puntas, la opo. Y, sin embargo, en cuanto al peso en las vicisitudes que afronta la ciudad, por qué lado piensan ustedes que se inclinaría la balanza. Yo, también.

Vicisitudes son la limpieza de los coles y dependencias municipales o el mantenimiento del cementerio, contratas todas ellas gestionadas por empresas del jugador solitario y en sus manos seguirán a pesar de que se le haya venido calentando la boca de aquella manera a buena parte del equipito de enfrente. Y vicisitudes no, lo siguiente son ya los auténticos sofismas que vienen repitiéndose en torno al proyecto de instalación de Ikea, donde Alicante será capaz de hacerse una vez más con el Guinness, puesto que lo único que parece claro es que no habrá Dios que lo monte. En cuanto a quién es el dueño del corazón herculano, Ortiz volvió a recrearse por enésima vez en la jugada de que él no entiende de fútbol, al tiempo que las webs mostraban la imagen de Del Bosque con Portillo en el Rico Pérez, donde el marqués se habría apuntado un tanto seleccionándolo y corroborando así que, por estos lares, cualquiera entiende algo.

La realidad es que, al término de la cumbre con el constructor, lo que se ha conocido con certeza es la supresión del desfile de carteros reales, el traslado del Belén municipal -el de las otras figuritas- y que los padres han tenido que llevarse a los críos del Óscar Esplá ante la presencia nada menos que de cien mil abejas. Menudo enjambre tenemos.

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