Son tontos de capirote y, lo que es peor, nos van a volver locos a todos. He escrito hasta la nausea que soy lo menos nacionalista que cabe, que mi concepto de la Patria me podría haber llevado al paredón hace cincuenta años y que en la fiesta nacional yo me quedo en la cama igual. Considerando además que me encanta más que a la mayoría repensar conceptos y no dar ningún dogma por inamovible y que eso de creer en principios sólo porque lleven cinco siglos de vigencia no va conmigo y que si no comulgo con la religión católica -y eso que es la verdadera- estoy como para abrazar otras creencias. Resultando de todo lo cual que soy descreído, revisionista e internacionalista he de decir no obstante, y así lo proclamo, que estoy hasta el moño del personal a resultas de su interpretación de lo que significa el 12 de octubre.
A ver, hay tres fechas en la historia de España poco discutibles: el día en que una expedición ESPAÑOLA descubrió América, el día que masacramos a los turcos en la Batalla de Lepanto y el día que ganamos la Copa del Mundo de Fútbol. Si olvidamos eso, me daría igual ser súbdito del Gran Ducado de Luxemburgo. Si una de estas fechas gloriosas para todos los españoles no merece ser la fiesta nacional es que nada merece ser la fiesta nacional y ninguna cosa nos puede unir a los que vivimos en esta desgraciada península y tierras allende los mares. Cerramos el chiringuito y dejamos que nos anexione Portugal.
No es que me caigan los americanos del norte como para cantarles coplas, pero hay dos fechas en la historia del mundo (por lo menos el Occidental que es donde estamos): el día que un americano llegó a la Luna y el día que un grupo de españolitos pagados por la Corona de Castilla pisó tierras del otro lado del Océano. Si se cuestiona que no es para sentirnos orgullosos, apaga y vámonos. Y que venga un «Chichi» o como demonios se llame el nuevo alcalde de Cádiz, diciendo que no hay nada que celebrar por la cosa del genocidio? Hombre, precisamente de Cádiz, ciudad que se hinchó a ganar pasta con la conquista. Y además: ¿Qué tiene que ver la masacre lamentable y la esclavización de los indígenas con la epopeya colosal de la llegada al Nuevo Mundo? Si hubiesen sido los ingleses o los franceses, madre de dios, la que hubieran montado y cómo nos recordarían a todos su poderío y la raza tan maravillosa a la que pertenecen.
Pero como somos españoles agachamos la cabeza y nos avergonzamos de nuestros antepasados. Pues yo, no; lamento lo que se hizo mal, pero me enorgullezco de que un país pequeñito abriera un continente con unos cientos de soldados mal pagados y unos marineros locos de atar, que para meterse en la Pinta y cruzar el Mar Incógnito sí que había que tener redaños, y no en el Apolo.
Claro, que más trampas al solitario es las que se hace nuestro Gobierno con los Presupuestos. Es increíble que estas operaciones tan propias de Richard Nixon («Tricky Dickie» ó Ricardito el Tramposito) no sean merecedoras de expulsión inmediata del poder y sustitución por alguien menos mentiroso que Montoro o Guindos. A ver si se lo aclaro, señora: Hago unos presupuestos en los que reparto oro, incienso y mirra a todos los votantes, a sabiendas de que me los va a tumbar Bruselas, porque evidentemente es imposible al mismo tiempo gastar y ahorrar. Pero si me votan creyéndose mi promesa, luego les engañaré y de lo dicho nada, ya echaremos la culpa a Zapatero. Y si no me votan, que sean otros los que tengan que hacer los recortes, que yo prometí el paraíso en la tierra y lo escribí en las tablas de la ley de unos presupuestos aprobados con el único voto de mis diputados. Y que se apañen, por listos y por querer echarme del sillón.
De traca. O nos toman por tontos o ya todo vale, desde cargarse la conquista de América a estafar con unos Presupuestos más falsos que una moneda de 2,40 euros. Y mientras, en nuestra Comunidad, a la Luna de Valencia.
