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Crónicas precarias

Señores que regresan de entre los muertos

Empiezo a pensar que soy médium. En serio, creo que he desarrollado poderes psíquicos. Concretamente, tengo visiones de antiguos dirigentes políticos que han vuelto al mundo de los vivos para aleccionarnos con sus sentencias morales. ¿Solamente soy yo o vosotros también los veis?

Señores refunfuñones empecinados en relatarnos sus anécdotas de cualquier tiempo pasado. Individuos que tuvieron cargos de responsabilidad en gobiernos anteriores y ahora regresan de entre los muertos con la misión de contarnos lo mal que estamos y lo muchísimo que mejoraría nuestra existencia si les hiciéramos caso. Felipe González, Aznar y Leguina, entre otras estrellas de ayer y de hoy (bueno, más bien de ayer), pueblan televisiones, radios, conferencias y periódicos compartiendo sus imprescindibles reflexiones. Da igual que hablen de lentejas o de política exterior: ellos sí que sabían solucionar problemas.

¿Las nuevas generaciones de políticos? Blandos, peligrosos, incapaces o tarados. ¿Cataluña? Lo habrían arreglado en cuatro tardes. ¿La crisis? Con sus fórmulas secretas ya estaríamos atando los perros con longanizas.

Son hombres de Estado y su obligación moral es salvarnos de nosotros mismos. Con lo tranquilitos que estarían cultivando hortensias o aprendiendo alfarería. Pero el deber les puede y se ven forzados a abandonar su universo de yates, consejos de administración y puestos honoríficos para contarnos la verdad de la vida. ¿Es algún tipo de virus que afecta a ex altos cargos? ¿Por qué no se van a su casa a indignarse en silencio? Repito, en silencio.

Cada uno tiene su estilo. Felipe González opta por desbarrar cada vez que abre la boca y por eso compara a la gente con Pinochet, entre otras piruetas verbales carentes de sentido común y decencia. En cambio, Aznar es más de hacerse el chulito e insinuar que en un pulso americano nos destrozaría a todos porque trabaja mucho los bíceps en el gimnasio. Él siempre fue un tipo bastante prepotente, pero como ya no tiene que ganar elecciones, puede desatar su lado más macarra. Claro, cuando lo más parecido que tienes a un trabajo es calentar el pandero como consejero de una multinacional, es normal que acabes un poco desconectado de la realidad y la cordura.

Aunque no sé qué es peor, si cuando se ponen en plan destructivo y apocalíptico o cuando les entra la vena nostálgica y nos machacan con sus años dorados de consenso y Constitución. Curiosamente, siempre se les olvida mencionar que ellos iniciaron y mantuvieron la burbuja inmobiliaria que nos reventó la vida hace unos añitos o que la corrupción que pudre nuestras instituciones la criaron en su regazo cuando eran enérgicos jovenzuelos.

Tampoco entiendo ese afán por torpedear a sus antiguos compañeros de siglas. Será que, igual que las divas en decadencia ansían el calor del público para no caer en la locura, nuestros políticos retirados necesitan sentir que les escuchan, les obedecen o les temen. Y así estamos, condenados a simular que nos importa su opinión para que los pobres hombres no se lleven un disgusto. Oh, sí, por favor, explicadnos cómo habríais acabado con el ISIS y los desahucios en dos semanas.

Al menos, es divertido ver a lo actuales dirigentes de los partidos intentando esquivar golpes sin que parezca que desprecian a sus mentores. Normal, como son unos mequetrefes serviles y sin carisma, se dejan achantar. Antes sí que había líderes de verdad. El presente apesta.

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