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Toni Cabot

La tercera vía

Entre los que ven al esperado inversor a la vuelta de la esquina de la mano del alcalde y los que han desistido de ojear el horizonte convencidos de que no habrá osado capaz de aventurarse a torear en esta tierra quemada, el herculanismo camina entretenido, iracundo en mayor o menor medida conforme se van dando los resultados sobre el césped. Quince años con Ortiz pilotando una nave sin rumbo, orden ni proyecto han sembrado el hastío entre el personal, incapaz, por mucho que tire el escudo y la pasión, de ver esperanza con el constructor al frente. Entre estas tinieblas, la aparición en escena de Gabriel Echávarri abanderando la posibilidad del cambio de gestión en el club alicantino únicamente podía generar aceptación y hasta euforia en quienes ven -y no son pocos- una lenta, pero segura agonía de la entidad que fundara El Chepa de continuar bajo el manto orticiano.

¿Y si no aparece nadie? La realidad, sin embargo, es la que es. Cuesta creer, por mucho que se dejen caer nombres, viajes y reuniones, que haya alguien dispuesto a entrar en este charco, con un club enmarañado en deudas, rodeado de procesos concursales, pendiente de un informe sancionador de Bruselas y a la espera de una anunciada subasta, en la que se añade un estadio excluido de cualquier plan para revalorizarlo o sacarle punta, donde no se puede hacer otra cosa que jugar al fútbol y, además, en Segunda B.

Cuesta creer, digo, que con ese cartel en el lomo aparezca alguien para tomar el relevo de Enrique Ortiz, hoy por hoy el único con botas para caminar por el fango que él mismo sembró.

Echávarri ha apostado, por el momento, por esa vía, la del relevo, generando expectación y cierta dosis de optimismo entre buena parte del herculanismo, a la espera de que la anunciada subasta que previsiblemente debe tener lugar antes de Navidad (según el propio alcalde) y a la que pretende llevar de la mano al inversor que debe curar todos los males.

Sobre esa tarima, el primer edil debería tener claro cuanto antes si su apuesta tiene visos de transformarse en realidad. Quedarse con la intención, a mitad de camino, no hará otra cosa que revitalizar al propio Ortiz, habilitado para sacar pecho como única alternativa posible si llegado el mes de diciembre la anunciada subasta (si es que la hay) queda desierta.

El otro camino. El tiempo avanza y si todo transcurre por ese cauce (sin la aparición en escena del presunto salvador que releve a Ortiz en la poltrona) pronto llegará el momento, inexcusable e ineludible, de contemplar una tercera vía. Partiendo de la base de que si hay algo que reúne unanimidad es que el Hércules no puede continuar funcionando como el cortijo en el que ha acabado convertido, es el propio Echávarri, hoy en día en posición de fuerza y con el empresario rendido a sus pies («haré lo que diga el alcalde, no quiero guerras y menos con el Ayuntamiento», declaró hace tan solo unos días), quien está en condiciones de marcar la pauta para abrir un nuevo camino. O, al menos, intentarlo. Pasear el cadáver de Ortiz por las redes sociales puede quedar muy bien para recibir elogios, apoyos, aplausos y retuits, pero si no hay recambio antes de depositarlo en camposanto, la lápida de al lado está reservada para el Hércules, una sociedad de incierto futuro obligada a cumplir con sus deudas.

Por ello, antes de agotar la paciencia aguardando en vano al salvador anónimo, bien haría Echávarri en adentrarse por el espacio de la realidad, sentarse cara a cara con Ortiz (con o sin taquígrafos) e ir directo al grano imponiendo una hoja de ruta que hasta ahora nadie ha exigido al empresario, más dado a exponer lo que le ha costado el Hércules que lo que le ha proporcionado la ciudad de Alicante.

Hoja de ruta. La construcción de una ciudad deportiva, la profesionalización del club, un buen trato y organización de la cantera y el compromiso firme y firmado de responder a todas las exigencias económicas derivadas de su mala gestión para garantizar la supervivencia del Hércules aparecen, a bote pronto, como exigencias/sugerencias del alcalde en una negociación que el empresario podría estar deseando comenzar para obtener cierta calma en la ciudad donde vive. Dar la vuelta a este deteriorado disco con alguna que otra cara nueva en el organigrama directivo, consensuada entre las partes, que atestigüe que se hace lo que se acuerda, agregaría credibilidad al proceso de cambio hacia una nueva etapa.

Eso o esperar que algún Slim se enamore del Hércules. Veremos.

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