Para qué negarlo. Cuando llegado el momento de despedirse de su última Mitad invisible el personalísimo Juan Carlos Ortega decidió hacerlo a su manera, sentí un pellizco de emoción. Señal de que estoy vivo. Es lógico. Había seguido sus 70 mitades invisibles en otras tantas temporadas a lo largo de casi una década. Siempre en la tarde del sábado. Ortega se despidió a su estilo. Haciendo radio en la tele. Recibiendo una de esas llamadas telefónicas de uno de sus mayores a los que él mismo pone voz, grabando y regrabando voces. Jugando como un niño. O como un artesano.

A partir de ahora presentará La mitad invisible la escritora Clara Peñalver. Los sábados llevarán su rostro y su palabra. Y cuando se emita este programa, empaquetado con otros dos compañeros de viaje, el Página 2 de Óscar López y el 80 centímetros con las diez rutas recorridas por Edu Soto (80 centímetros es la distancia media que recorremos al dar un paso) recordaré una vez más el poderío y la oferta que es capaz de generar el centro de producción de Sant Cugat del Vallés. A veces tan infrautilizado. Como si sus productos fuesen cosa de La 2 y no pudiesen ser cosa de La 1. De allí salen también los Cachitos de hierro y cromo que tan de moda se han vuelto, o las excelencias de This is opera. Y allí se está cocinando A punto con la 2, el nuevo contenedor matinal heredero de Para todos la 2, ese excelente programa del que se emitieron 1.500 entregas sistemáticamente ninguneadas por la audiencia. ¿Habría funcionado mejor titulándose sólo Para todos sin la apostilla de La 2, que tanto parece espantar a la concurrencia?

Juan Carlos Ortega compartió su última Mitad invisible con Carmen Laffón, con sus paisajes de Sanlúcar de Barrameda. Y fue uno de los ratos más hermosos vistos en la televisión reciente.