Dentro de la locura en la que los independentistas catalanes se mueven, la última la han protagonizado unos cuantos de esos varios centenares que se han apostado ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en la Ciudad Condal para mostrar su apoyo a la consellera de Educación Irene Rigau, la de la obsesiva castellanofobia, y la exvicepresidenta Joana Ortega ante la farsa de referéndum del 9 de noviembre pasado, no sólo ilegal sino carente del menor rigor jurídico en una democracia occidental, donde se podía votar varias veces y sin exigir la mayoría de edad, con urnas de cartón y ningún control oficial de recuentos.

Pues bien, una pancarta de las de primera fila ponía «Altres Catalans», refiriéndose a personajes que supuestamente han sufrido el mismo tratamiento judicial que impone nuestro Estado de Derecho; y entre estos «otros catalanes» figuraba una fotografía de Miguel Hernández.

Algo hemos ganado. El pancatalanismo hasta ahora ponía el límite de sus inventados por inexistentes Països Catalans en Guardamar, por aquello de que era el Segura quien les servía de frontera catalanohablante.

Como esta gente la historia la inventa tanto como la ignora, debía desconocer que la capital de la Vega Baja y toda su comarca pertenecen al reino de Valencia desde comienzos del siglo XIV, tras la Sentencia Arbitral de Torrellas de 1304, y el Tratado de Elche, signado al año siguiente, de ahí que en el escudo de sus municipios figuren las barras de la Corona de Aragón. No es momento para hablar de la consiguiente Procuradoría General de Orihuela o la Gobernación General con sede en esta población que creara en 1366 Pedro IV el Ceremonioso.

Extorsionando a los jueces del TSJC y conculcando la independencia judicial, haciendo bueno el refrán de que cree el ladrón que todos son de su condición, no hacen más que mostrar la cara de todos aquellos que quieren la secesión para controlarlo todo, hacienda, justicia, educación...

Querer además equiparar el proceso judicial de Rigau y Ortega con el sufrido por Miguel Hernández en Alicante, tras pasar por un calvario de cárceles durante el franquismo, resulta cuanto menos repugnante, y más con el Govern allí presente.

La oficialista y leal TV3, pásmense, tiene siete canales de televisión adscrita al separatismo, pagados por todos los catalanes y desde donde van adoctrinando al pueblo, función similar a la de la escuela pública que, con el consentimiento de los gobiernos del Estado, ha ido generando un odio falaz a España.

No soy el primero ni lo hago aquí en primicia que ve mucha estrategia nazi en estos independentistas. Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, acuñó una frase que ha pasado a la historia: una mentira repetida adecuadamente mil veces, se convierte en una verdad. Eso están haciendo en Cataluña con la historia, de ahí que Miguel Hernández haya sido apropiado por ellos. El «pobretico», que sólo utilizó el castellano y además escribió un no muy conocido Canto a Valencia, poema de 138 versos, primer premio en 1931 de un certamen literario del Orfeón Ilicitano y único que recibiera en su vida, siendo todavía un poeta imberbe de 20 años, algunos de cuyos versos dicen:

«¡Valencia...! ¡Orgullo mío! / ¡Orgullo del que viera / en tu suelo feraz la luz primera! / Tierra donde la luz radiosa y brava / se desborda de un sol de oros sutiles, / y donde nunca acaba de ahitarse / el florecer de los abriles».

No es de extrañar que a los alicantinos empiece a preocuparnos el tema de Cataluña. Quienes desean anexionar nuestra tierra a esa Comunidad y romper con España, los tenemos ya gobernando en nuestras instituciones por mor de cainistas pactos, siendo una minoría pero agazapados, risueños, esperando el momento de comenzar el adoctrinamiento.