El Credit Suisse acaba de publicar su informe sobre la riqueza global 2015 en el mundo. El dato más escandaloso es el de que el 1% de la población mundial tiene tanto patrimonio como el 99% restante del planeta. Es difícil imaginar tal desigualdad. Gracias a que la información viene de una entidad prestigiosa como es el banco suizo citado, no se puede pensar que es propaganda de alguna entidad antisistema. Es la pura realidad. Y lo peor es que va a más. En plena crisis mundial, los ricos son cada vez más ricos y los pobres crecen en número pero bajan en recursos.

Es un mundo al revés y cada vez más injusto. Las crisis las monta el capital y las pagan las clases populares. Tal vez por eso cuesta tanto salir de ellas. Ése 1% de privilegiados se está forrando con la crisis y se prepara para seguir haciéndolo en las próximas. Maneja los gobiernos y los organismos internacionales para su propio beneficio. Sus intereses están por encima de todo, tienen prioridad sobre las necesidades de los pueblos, basta ver cómo obedecieron Zapatero y Rajoy para cambiar la Constitución en 24 horas y garantizar así la estabilidad presupuestaria y el pago de la deuda al capital internacional. Los recientes chantajes a Grecia son otro ejemplo.

Credit Suisse también nos dice que, oficialmente, en España hay 360.000 personas que superan el millón de dólares de patrimonio. Y eso que, según parece, hay 94.000 menos que un año antes. No sabemos si es que han escondido el patrimonio en algún «paraíso»; lo han «ennegrecido» o se ha maquillado con ingeniería fiscal. No se ha visto a muchos ricos llorar, excepto en alguna telenovela.

Como muestra de cómo están pasando la crisis algunos de nuestros millonarios indígenas, el sindicato CC OO informa de que el presidente de Telefónica dispone de un sueldo de 43,3 millones de euros incluyendo la aportación a su plan de pensiones. O que los ingresos de los principales responsables en el Ibex-35 aumentó un 80% en 2014, mientras que el de sus empleados lo fue sólo en un 1,8%. Y que un alto ejecutivo allí cobra 158 veces más que la media de sus propios empleados.

Y mientras esto pasa en el mundo de Yupi, la célebre recuperación económica española parece más una ilusión del PP que una realidad. Los datos de parados, especialmente de jóvenes y de larga duración son escalofriantes, superamos el triple de la media de la OCDE. La población en riesgo de exclusión social crece ante la indiferencia gubernamental. El 16% de la población no sigue todos los tratamientos médicos recomendados por no poder pagarlos, según acaban de denunciar entidades sociales, como Cáritas, en el Club INFORMACIÓN. Casi seis millones de personas, de los cuales dos millones son niños, viven en hogares en riesgo de exclusión social. El número de desahucios no baja: 37.608 hasta junio de este año y eso que lo peor de la crisis había pasado. Por cierto que el 14,3% de ellos en el País Valencià. Sólo desde los nuevos ayuntamientos y CC AA plantean medidas reales para mejorar la situación con fuerte resistencia de la Banca. Y ello gracias a las plataformas anti-desahucios por su lucha y concienciación.

Las próximas elecciones generales deben servir para recuperar el Estado para los ciudadanos. Detrás de las estadísticas de desigualdad hay personas a las que urge atender. El cambio en la forma de gobernar es inaplazable. Deben superarse rivalidades y protagonismos excesivos entre las fuerzas que aspiran a ello. Las encuestas muestran que está todo por decidir y que el cambio es posible si se trabaja unido y con inteligencia en beneficio de la mayoría de la población, especialmente de la más necesitada por la creciente exclusión social a la que se nos está abocando.