Una de las mayores pruebas que existen de la decadencia de los valores del ser humano en los últimos años se centra en el incremento de hechos centrados en ataques a nuestros menores de edad. Nada hay más rechazable que comprobar la maldad que encierra un sector de la humanidad que es capaz de atentar contra la vida de sus propios hijos, sean propios o adoptados, que es lo mismo, porque hijos son. La naturaleza nos indica que el instinto de protección a los nuestros es el que debería estar más desarrollado, pero sin embargo, o lo tenemos oculto o existen otros instintos difíciles de calificar que hacen que los seres humanos puedan acabar con la vida de sus hijos, o abusar de ellos, lo que es algo antinatura, porque por esencia y principios hasta los animales son capaces de morir con tal de no poner en peligro la vida de sus crías. Sin embargo, hay «personas» que son capaces de matar a sus hijos porque en un proceso de separación no se queden con la expareja por sus diferencias personales en la ruptura, o en otros casos cometen execrables delitos de abusos sexuales con sus propios hijos, lo que merece el peor de los calificativos y la peor de las condenas, no solo jurídica, sino también moral.

La naturaleza y nuestro instinto de «persona» nos llevaría precisamente a lo contrario, es decir, a poner en riesgo nuestra vida si alguien atenta contra la vida o integridad física de nuestros hijos. Sin embargo, parece que la naturaleza no creó a todos con los mismos instintos ni con los mismos valores. Y además, si a alguno se los dio, poco a poco los han ido perdiendo, en un proceso gravísimo y de difícil retorno de deshumanización. Porque estos actos que vemos todos los días en procesos judiciales sobre casos semejantes nos deben hacer recapacitar sobre todo lo que se ha hecho mal, ya que esto no son hechos aislados, sino que se repiten con frecuencia en el tiempo y en distintos lugares. Por ejemplo, incluso en casos de violencia de género entre menores, las cifras estadísticas del 2014 nos demuestran que un total de 576 chicas menores de edad tenían al cierre del año pasado una orden de protección o una medida cautelar dictada a su favor por violencia de género, lo que supone un aumento del 15,4% respecto del año anterior, cuando las víctimas de maltrato que no habían cumplido los 18 años no llegaban al medio millar. Así, el INE destaca el aumento que se ha producido de las menores de edad, un 15,4% más que en 2013. Preocupante es, también, por otro lado, que en violencia de género se incrementó el número de denunciados que no habían cumplido los 18: el año pasado 2014 subió un 18,4% la cifra de maltratadores menores de edad, con 90 casos. Entre los que tenían de 18 a 19 años, la subida fue del 13,2%, conforme los datos del INE. Además, en el caso de la violencia doméstica de agresiones de padres a sus hijos, un total de 1.372 de estas víctimas, el 19,4% del total, no habían cumplido los 18 años de edad: 561 eran niños, cifra que supone un aumento del 20% respecto del año anterior, y 811 eran niñas, un 9% más que en 2013. Así, una de cada cinco víctimas de violencia doméstica en España es menor de edad. No obstante, en términos relativos, la mayor tasa se da en las chicas de 18 y 19 años (0,4 de cada mil).

Pues bien, para intentar dar un paso al frente se han venido aprobando una serie de reformas legales en los últimos meses dirigidas a incrementar la protección desde la Administración a los menores que no son protegidos por su entorno y que, incluso, son víctimas del mismo. Así, la ley del estatuto de la víctima del delito apuesta por que los menores no tengan que declarar in situ el mismo día del juicio, procurando la grabación de su primera declaración en el juzgado, o que lo hagan por videoconferencia con el fin de evitar el doloroso rato que han tenido que pasar muchos menores que se han tenido que enfrentar al «inolvidable» mal trago de tener que declarar con 10 años, por ejemplo, contra sus propios padres en casos de abusos sexuales. Por otro lado, la ley de modificación del sistema de protección de la infancia y la adolescencia aprobada hace unos meses obliga a todas las administraciones públicas a velar por la tutela de los menores procurando la denuncia ante el conocimiento de casos de víctimas menores de edad ante cualquier hecho, y un importante paquete de medidas ante casos de violencia en el hogar donde los menores no son víctimas indirectas, sino muy directas, porque cómo se le explica a un menor que su verdugo son sus padres. Que quienes le dieron la vida o hicieron lo posible para conseguirlo en adopción luego los hacen víctimas, y que con tan temprana edad tienen el enemigo en casa. Es inconcebible pensar que si escuchamos a un niño llorar y tratamos de ayudarle sin ser nuestro hijo, cómo puede haber «personas» que «hagan llorar» a los suyos. Por ello, tenemos la obligación desde todos los sectores de abrir una ventana a la esperanza de estos menores y darle la vuelta a esta situación. Pero hoy antes que mañana.