Un médico, amigo de mis padres, acaba de jubilarse y con melancolía me cuenta el incierto sentimiento de vacío que experimenta al pensar en los venideros días y en que no encuentra consuelo en los bienintencionados consejos de familiares y amigos que le proponen variadas actividades y posibilidades, y en el desasosiego que le causa su querida esposa cuando le insta a que más pronto que tarde marche al Club de Regatas o al Casino a entretenerse con los amigos.

Y hablamos de Woody Allen y de su admirada negativa a la forzada o voluntaria jubilación rodando todos los años, con matemática cadencia, una nueva y esperada película.

Y a propósito de buenos filmes, recordamos A propósito de Schmidt, la comedia dramática de Alexander Payne, en la que un genial Jack Nicholson interpreta a un recién jubilado que intenta con determinación constante encontrar un sentido a su vida.

Y es luego cuando le digo que el tiempo es nuestro tesoro más valioso, y que debemos utilizarlo para crecer como personas en todas las facetas o aspectos de nuestra vida, proponiéndonos ser cada día mejores intelectual y emocionalmente, y cuidarnos físicamente con el deporte que resulte apropiado a nuestra edad y condiciones, y con una alimentación adecuada.

Y que al disponer de más tiempo eres afortunado pues puedes leer más libros y periódicos, y ver más cine y teatro, y compartir más tiempo con amigos y familiares e intentar más posibilidades. Y seguir estudiando o plantearte tantas opciones como existen de ayudar a los demás o conocer nuevas cosas.

Y el médico me mira y sonríe. Y me coge de las manos, y con dulzura me comenta: sabes, igual mi mujer tiene razón cuando me dice que me entretenga. Ya sé lo que voy a hacer. Como Woody Allen: rodar todos los años una nueva película.