A lo largo de su historia, el ser humano se ha visto amenazado por tantos peligros, que alcanzar una edad provecta no era lo más frecuente. Sólo durante las últimas décadas hemos logrado reducir los riesgos mortales y cronificar gran parte de las enfermedades, de modo que nuestra esperanza de vida se ha prolongado considerablemente.

Pero ese legado de inestabilidad e inseguridad ha quedado impreso en nuestra memoria colectiva, provocando en algunas personas reacciones muy concretas. Una de ellas es el fanatismo, o dicho de otro modo, la creencia desmedida y tenaz en una serie preceptos u opiniones que pueden llevar a un individuo a comportarse de un modo violento por defenderlas o imponerlas.

Conforme nuestra supervivencia se vuelve más insegura, más necesidad tenemos de aferrarnos a una idea que nos alivie, que nos tranquilice, que nos aporte seguridad, -aunque sea falsa-. Si dicha situación angustiosa se mantiene en el tiempo, no es difícil que reforcemos nuestra idea, generando un conjunto de creencias cada vez mejor definidas, y que prestemos atención a todos los argumentos que las alimentan, del mismo modo que rechazamos todos aquellos que las contradicen. Démonos cuenta de que, en este proceso, los sentimientos -miedo, inseguridad, angustia-, son el origen del fanatismo, y están influyendo determinantemente en nuestra forma de emplear la lógica. Así, razón y emoción se retroalimentan y se vuelven inexactas para percibir la realidad, porque la intensidad que alcanzan les lleva a perder la perspectiva, a menospreciar el resto de opiniones, y convencerse de que la única idea válida es la propia.

Por estos motivos, cualquier creencia, en principio absurda, puede aceptarse, y justificar masacres, conflictos bélicos, limpiezas étnicas e injusticias en su nombre, además de dificultar el desarrollo del conocimiento científico. El fanatismo es opuesto al debate, al diálogo, porque la forma de pensar de quien lo padece es rígida y dogmática.

Para el psiquiatra español Enrique González Duro, el fanático se caracteriza por un acusado narcisismo, baja autoestima y una serie de frustraciones importantes en su historia vital.

De todo ello puede deducirse la importancia de elegir criterios fiables a la hora de tomar como ciertas determinadas afirmaciones. Resulta crucial comprobar las fuentes de las que proviene la información, especialmente en la era de Internet y la llamada «infoxicación», estar abiertos al diálogo y dar cabida a diferentes modos de enfocar cada asunto, no creernos en posesión de la verdad, ni pretender alcanzar certezas absolutas. Darnos cuenta de lo manipulables que somos para aquellos a quienes permitimos que controlen nuestros sentimientos.