Siempre es buena noticia que una primera novela de un escritor o escritora tenga un más que apreciable nivel de ventas desde su primera edición, pero cuando se trata de un libro autobiográfico, que trata, al menos en su primera parte, de los años en que ETA ejerció la violencia y el asesinato en la sociedad española se convierte en una excelente noticia. Nos referimos a El Comensal en el que su autora, Gabriela Ybarra, lleva a cabo un recorrido por la memoria de su familia para reflexionar acerca de la muerte y de su significado al recordar el asesinato de su abuelo, Javier Ybarra, a manos de ETA en 1977 y la muerte de su madre por cáncer en el año 2011.

Con un lenguaje intimista, casi minimalista en ocasiones, Gabriela Ybarra vuelve a vivir para nosotros y para ella misma los años de plomo de ETA en el País Vasco, cuando jóvenes de poco más de veinte años, apoyados por una parte de la sociedad vasca, se dedicaron a extorsionar y a asesinar a quien se le pusiera por delante en nombre de una ideas que el paso del tiempo se encargó de aclarar vacías de significado pero llenas de odio. Durante décadas se consiguió imponer en el País Vasco, en lo que a desarrollo literario se refiere de la violencia etarra, un silencio editorial gracias a la presión de círculos pro etarras y de todos aquellos que miraron para otro lado que exigían silencio para no revelar su propias miserias.

Reflexiona Ybarra sobre la vida y la muerte, sobre el proceso de aceptación del fin como una manera de existir. Morir es dormir... tal vez soñar dice Hamlet en su conocido soliloquio, y nosotros, lectores, acompañamos a la autora a los lugares donde se produjeron las dos muertes; al Monte Gorbea, donde ETA abandonó el cuerpo del empresario vasco, maniatado y con los ojos vendados y al hospital de Nueva York donde su madre pasó los últimos días.

Tras la definitiva derrota de ETA, y tras cuarenta años de amenaza terrorista, es previsible que se empiecen a publicar ensayos y novelas donde se cuenten las vidas de la parte de la sociedad vasca que tuvo que esconder sus opiniones políticas durante medio siglo. Intentos notables de explicar el entramado ultranacionalista, sus inicios, fue la trilogía Verdes valles, colinas rojas (Editorial Tusquets) de Ramiro Pinilla así como Años lentos (Editorial Tusquets) de Fernando Aramburu. Por otra parte, escritores como Bernardo Atxaga hicieron un vergonzoso, a nuestro juicio, paralelismo entre miembros de comandos de ETA y sus víctimas en libros como El hombre solo (1993) o El hijo del acordeonista (2004).

Gabriela Ybarra nos habla de la muerte, de los lugares donde habita el odio, del paso implacable del tiempo que hará de todos nosotros, algún día, la sombra de un recuerdo. Pero también de la necesaria reivindicación de la memoria de los ausentes, es decir, de la vida, antes de que sólo tal vez soñemos.