La verdad es que, de un tiempo a esta parte, vengo recurriendo a la ayuda de algún somnífero para conciliar el sueño. Sin embargo, desde que leí la última «medida estrella» que habían adoptado nuestros munícipes he decidido prescindir de esos fármacos, pues por fin he conseguido dormir a pierna suelta. Porque no me digan ustedes que no es tranquilizador que se le haya prohibido la entrada a la ciudad (así, como en el oeste americano por el sheriff) a los circos que lleven entre su bagaje animales salvajes enjaulados.

La medida, dejando aparte su extravagancia -que quieren que les diga-, denota que el equipo de gobierno, lejos de «atacar» las grandes cuestiones que preocupan a los eldenses, prefiere los juegos florales. Medida que, dicho sea de paso, resulta de una eficacia grandiosa en la solución de los problemas de este pueblo con título de ciudad. Casi la misma que si se acordara, por ejemplo, prohibir la instalación de lanzaderas espaciales dentro del término de Elda, cuando no existe ninguna posibilidad de que se construyera alguna en el futuro. En el caso que me ocupa, ¿cuántos circos vienen a Elda al año? ¿Uno o medio? Gran medida para atajar un gran problema, ciertamente.

Yo pediría al grupo municipal promotor de la medida que, ya metidos en harina, fueran más audaces en su coherencia, y dictaran una ordenanza sancionadora, por ejemplo, para aquellos dueños de perritos o gatitos a los que liman las uñas y los colmillos para que no estropeen el mobiliario de casa. O a los que los castran para que no cometan grandes desordenes sexuales en el vivir cotidiano. O a aquellos que tienen recluidos en jaulas -léase, «pequeñas cárceles o calabozos» en el neolenguaje animalista- a canarios, en régimen de cadena perpetua (por utilizar la flamante expresión de la munícipe ponente de la medida), canta que te canta de una forma inhumana -perdón, «inpájara»- hasta la extenuación. Todos ellos ejemplos de trato denigrante que, sin duda, coartan su desarrollo animal instintivo. Porque ¿es que un canario, un perrito o un gatito tienen menos derechos que un tigre de bengala?

Yendo más allá del indudable brindis al sol a una parte de su parroquia que la indicada medida representa, lo que todo esto denota es una triste falta de plan de gobierno claro y audaz, que se destaque del anterior. Porque, bandas al pecho y trajes falleros aparte, pasados los cien días de gobierno, no hay nada reseñable que destacar.

Mi vecino del quinto me dice: -oye, Rafa, que sí se están haciendo cosas. Ha habido fiestas patronales y fallas, los servicios municipales siguen funcionando, y la policía no está en pie de guerra-.

-De acuerdo- le contesto. -Y faltaría más- añado. Pero esas acciones forman parte de lo que podríamos calificar como «inercia gestora», que llevan incluso aquellos municipios dirigidos por los más incapaces del mundo. Yo, a lo que me refiero es a esas grandes medidas o iniciativas que permiten calificar a un equipo como un gran gobierno. Esas son las que todavía estoy esperando -al menos, que se nos digan-, después de que se anunciara que éste traía un «nuevo estilo».

Salvo alguna que otra medida honrosa propuesta por «Ciudadano Sánchez» y sus «girls», lo que hay es «nasti de plasti», «inercias»? al menos hasta ahora. Eso sí, con una grandísimo public relations, que es nuestro alcalde; pero para ese viaje no necesitamos alforjas. O sea.