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Javier Mondéjar.

El Indignado Burgués

Javier Mondéjar

Caras nuevas

Me imagino que a los demás les pasa como a mí: están más que hartos de ver siempre las mismas caras, incluida la mía, y piden a gritos una renovación. A veces me miro al espejo y mascullo: ¡Pero otra vez aquí?! Eso contando con los que les gustaría no sólo no verme la cara más, sino que estarían encantados de que me la partieran. No seamos dramáticos: a mí también me sucede con algunos. C'est la vie y paciencia, que todo llega.

Es soporífero que año tras año en las instituciones continuemos (me incluyo) las mismas momias, que parece que el tiempo se ha detenido en un día eterno de la marmota Phil. Todo evoluciona, hasta hay políticos que han desaparecido del mapa (Cholbi no, pero porque Cholbi es el Padre Eterno) y sin embargo en las asociaciones e instituciones nos vemos siempre los mismos cuatro gatos. ¡Me aburrrroooooo..!

Pero a lo mejor eso está empezando a cambiar. Hay dos ejemplos: el agricultor colérico y el nuevo Observatorio Empresarial de Alicante. ¿Qué tienen en común ambos casos?, pues que en gran parte son caras nuevas que pretenden darles con la puerta en las narices a los de siempre, si bien algunos de los de siempre están en lo de ahora porque tampoco hay que masacrarlos a todos, que alguno bueno habrá (incluido yo que me honro en pertenecer al Observatorio, jejé).

Por ir a lo del Observatorio que lidera en la sombra Cristóbal Navarro, lo realmente curioso de su presentación en sociedad es que allí estábamos como un centenar de empresarios, universitarios y personas relacionadas con la economía y hasta a los que conocemos a casi todo el orbe cristiano nos costaría poner nombre a más de una docena. Y no había mindundis en ese almuerzo pagado a escote, eran únicamente gentes que hasta ahora no habían querido dar ese paso al frente. ¿Significa eso que un grupo de empresarios empieza a moverse? Pues quizá y ojalá, que falta hace. Me da buena pinta que en los corrillos de sobremesa no se escucharan comentarios complacientes ni con lo anterior ni con lo por venir, y sí mensajes críticos pero, a la vez, ofreciendo colaboración y entusiasmo para nuevas etapas. Fue muy refrescante.

Y el agricultor colérico nos lanzó a todas las momias mensajes como que «por mucho protocolo que tengan se van a morir, igual que yo?» Dos frases más: «¿En qué mundo viven ustedes mientras hay una sociedad que se muere de asco, que le viene justo para llegar a final de mes?»(?) «Hay que mirar adelante, hay que salir a la calle y al campo, no hay que tener los cojones y los ovarios en un despacho, hay que ser valientes». Exabruptos, quizá, pero ya contaba en una columna anterior que las gentes están tan adocenadas que si no les pateas el hígado no reaccionan.

Los que para mí que no cambian son los muchachos y muchachas que se reúnen en el Palacio de Caballeros a hacer que mandan. Me temo que se les va la fuerza por la boca y la imagen gaseosa toma el espacio de la gestión y la eficiencia, porque siempre es mucho más sencillo predicar y hacer política de sacristía que dedicarse a gobernar, pisando los callos que sea menester. Me da que no se atreven. Tanto ir por la vida de comecuras, de regeneradores. Tanto hablar de levantar cadalsos para ajusticiar a los malvados y luego se dan el pico con algunos de los que anteriormente hablaban pestes. Y si aún no se van de vacaciones en el yate de Ortiz es porque Enrique lo debe tener medio averiado o se le ha estropeado la plataforma de acceso, pero no por falta de ganas de algunos.

Como siempre la sociedad se mueve más rápido que los políticos, que van a paso de liebre cuando tratan de llegar al poder y al de tortuga cuando lo tienen porque, normalmente, para ellos los objetivos están cumplidos con sentarse en el trono. Y no es cuestión de hacer o deshacer con dinero, que no hay, sino de tomar decisiones para cambiar de cabo a rabo una forma de hacer política -en la Generalitat, los ayuntamientos, las Diputaciones y las instituciones- que nos llevó donde estamos. Para eso sólo hace falta cerebro, glándulas y salir a la calle como decía el agricultor.

Es evidente que si el Molt Honorable sigue acogiendo a los mismos interlocutores que les reían las gracias a sus antecesores, mal vamos. Y si, como a muchos, lo único que le gusta es que le bailen el agua, hemos hecho un pan como unas tortas con el cambio.

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