Hace escasos días que finalizó la Semana de la Movilidad en Elche, una campaña en la que se ha intentado concienciar a la ciudadanía de los riesgos, para la salud y para el medio ambiente, derivados del abuso del coche en nuestros desplazamientos diarios. En dicha campaña, sobre todo, se ha puesto de manifiesto que existen alternativas viables ante este tipo de transporte insostenible, que nos permitirían disfrutar de una ciudad más habitable y libre de problemas de tráfico, contaminación y ruido. Esto muestra la irracionalidad de continuar con el actual modelo de movilidad urbana, que nos aboca a un evidente deterioro de nuestra calidad de vida.

Para los escépticos que aún duden de la dimensión real del problema conviene recordar algunos datos. Por ejemplo, que la Dirección General de Medio Ambiente Europea estima en unas 20.000 las muertes anuales por causa de la contaminación atmosférica en el Estado español; o que en el año 2012 la OMS relacionó de forma directa el humo de los vehículos diésel y el cáncer, siendo también este organismo el que incluyó a Elche dentro de las ciudades donde se superan los límites razonables de partículas PM2,5 (un peligroso contaminante cuyo principal origen se encuentra en el tráfico rodado). Y que todo ello tiene consecuencias reales que ya estamos sufriendo, como el aumento de las tasas de cáncer de pulmón, las muertes por infartos, o el desarrollo de alergias y asma entre la población infantil, entre otras.

Por tanto, deberíamos abordar el problema de forma inmediata, teniendo como tarea más urgente la realización de un diagnóstico de los niveles de contaminación y de tráfico a los que estamos expuestos. Ello nos daría un conocimiento real de la situación en la que nos encontramos, posibilitándonos así la elección de las medidas más adecuadas para avanzar hacia una ciudad sostenible. Aunque ello no es óbice para, mientras tanto, corregir algunos aspectos que nos alejan claramente de nuestro objetivo, como lo es, por ejemplo, la existencia del distrito escolar único, que ha incrementado el uso del automóvil en nuestra ciudad.

Pero, en cualquier caso, si realmente pretendemos reconocernos como una sociedad democrática y avanzada, no solo importa que se pongan en práctica políticas que mejoren la situación actual. Es necesario que todas las medidas adoptadas emanen de un foro de participación popular, como podría serlo un Consejo Municipal de Medio Ambiente con un funcionamiento realmente democrático, en el que estuviera representada toda la sociedad civil ilicitana y cuyas decisiones fueran vinculantes. O, dicho de otro modo, comenzar a «mandar obedeciendo», algo que, obviamente, incrementaría la efectividad de las acciones acordadas y que, como no puede ser de otra forma, es el principio irrenunciable que debe poseer todo sistema que realmente aspire a ser democrático