Era miércoles por la noche cuando en el programa Órbita Laika de La 2, yo soy de los que ven La 2, Ángel Martín, presentador de dicho programa y lego autoconfeso y absoluto de cualquier tema que allí se hable pero con el suficiente tirón mediático, presentó a José Cervera -biólogo y divulgador científico-. Cervera, un tipo al que en primera instancia consideraría informado, campechano y cercano pero que en un segundo pase me pareció con ganas de confundir a la audiencia. Con algunas películas me pasa lo mismo: la segunda vez que las veo no las entiendo.

El asunto es que el televisivo José se puso a hablar de la conexión que existe entre la mente y el cuerpo. Conexiones más estrechas de lo que pensamos y que actúan de forma tanto positiva como negativa sobre un sujeto bajo el influjo de una sustancia inerte, sin ningún efecto, pero que puede ocasionar tanto efectos positivos (efecto placebo) como negativos (efecto nocebo). Estos dos efectos se podrían suponer que son subjetivos y de tipo psicológico pero lo cierto es que también se pueden medir de forma física, analítica y objetiva, aunque no siempre. Un buen ejemplo sobre un placebo es aquel que escuche a un profesor de neurología allá por los 80 cuando afirmaba que uno de los mejores tratamientos de las cefaleas y migrañas eran las pastillas de leche de burra. Una cosa parecida al ancestral «sana, sana, culito de rana?» de la abuela o al actual «España va mejor» del casi expresidente del Gobierno de España.

Al final hay que afirmar que las propias creencias actúan de forma directa, medible y objetiva sobre el organismo, incluso las creencias que han sido moduladas por otros. Pero no voy a entrar en disputas que no llevarían a nada, de momento, escribiendo sobre nuevas teorías que pueden hacer recordar a algunos aquellas otras más antiguas fundamentadas en el fantasma en la máquina o en aquello del ¿quién maneja mi barca? que diría Remedios Amaya. No tienen nada que ver con eso.

Todavía no he revisado esa última investigación, entre otras, que según sus autores (del Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona al alimón con las universidades de Wisconsin-Madison y Lyon) demuestra que la mente tiene la capacidad de modificar las expresión de los genes y por tanto nuestra propia fisiología y nuestras respuestas en el contexto vital.

Pero sigamos con el programa y con Cervera. En un momento dado de su intervención -me gustó más Edurne, no sé porqué- el divulgador teorizó sobre el efecto nocebo afirmando que si una persona cree que algo le va a provocar efectos negativos sobre su salud estos se producirán sin la menor duda. De acuerdo. Eso lo puede entender hasta Rajoy: nocebo para algunos y placebo para sí mismo. Pero lo que no se puede es afirmar, aquí entra lo de la confusión a la que aludía en un principio, que desparrame tal teoría refiriéndose a dos patologías que están incidiendo de forma directa y cruel sobre muchos enfermos en este país a los que todavía no se les ha dado una respuesta médica, social, fiscal, laboral y administrativa de forma adecuada. Me estoy refiriendo a los pacientes diagnosticados en este país de Sensibilidad Química Múltiple y de Hipersensibilidad electromagnética. Decir en este caso que la mente condiciona a tu cuerpo, Macarena, y que ambas patologías pueden ser consecuencias de ello es admitir no solo la inexistencia de las dos, sino internalizar la psicologización que de ambas se hace en cuanto a su etiología y ni qué decir en cuanto a su tratamiento.

Los síntomas que acarrean estas dos patologías pueden coincidir con los del efecto nocebo y este con la representación nociva de un contexto vital determinado. De ningún modo, y ahí está el error de este individuo, podemos asumir, ni como médicos, ni como ciudadanos, que tales patologías deriven directamente de una construcción mental propia derivada de una concepción negativa de un supuesto incorpóreo que interiorizamos como negativo y agresor sin atender que es exactamente lo contrario: el problema es real, la Sensibilidad Química Múltiple y la Electrohipersensibilidad afectan a numerosos sistemas orgánicos, influyendo de forma secundaria en aquellos procesos mentales que nos hacen ser como somos y sentir como sentimos durante una enfermedad. El huevo no puede preceder a la gallina, es al contrario. La Sensibilidad Química y la Electrosensibilidad existen y son tan auténticas como el deteriorado medio ambiente que nos rodea, auténtico responsable de las mismas. Otra cosa es investigar por qué el medio ambiente está como está. Ahí entraríamos de nuevo en aquello de «quién maneja mi barca, que a la deriva me lleva».