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Comunicación estratégica

También llamada «stratcom», es el conjunto de operaciones psicológicas, propaganda y relaciones públicas con el que los distintos organismos del gobierno estadounidense buscan influir en la opinión pública mundial. Uno de sus instrumentos son las «narrativas», versiones sobre la realidad que encajan con los intereses de sus emisores.

Es bien sabido que es imposible reproducir la realidad socio-político-económica-militar del mundo, así que no hay más remedio que escoger algunos de sus componentes y hacerlos creíbles mediante una especie de narración o cuento que pueda ser digerido por las destinatarios de tales «narrativas». Su fuerza no depende de que reflejen la realidad (pueden estar llenas de falsedades) sino de la credibilidad de la que sean portadoras, cosa que, muchas veces, se consigue recurriendo a mitos o a arquetipos de lo que podría ser un «inconsciente colectivo» o «cultura profunda». Vayan algunos ejemplos recientes, aunque no tomados de fuentes estadounidenses, sino más cercanas a usted.

1. Arcadia. Es un mito potente: existe un lugar en el que todo es positivo, la gente es culta, limpia, libre, despierta y feliz y a donde podríamos llegar en un futuro inmediato. Junts pel Sí lo utilizó con profusión. Si los 16.000 millones los administrásemos nosotros, otro gallo nos cantaría.

2. El infierno. Hay que ir a la Divina Comedia para encontrar aquel lasciate ogni speranza. Os quedaréis fuera de la Unión Europea, fuera del euro, fuera de la OTAN y a ver cómo pagáis las pensiones y afrontáis vuestra prima de riesgo y vuestros bonos basura.

3. Armagedón. Es la «lucha final» entre el Bien y el Mal que también se encuentra en muchas otras religiones y, ante la tal, solo queda un «agrupémonos todos». Es evidente que nos jugamos el todo o nada, la Arcadia o el Infierno y hay que optar. O hay que votar porque la lucha va a ser encarnizada, nada de unos días de puente en la playa.

4. Moisés. Es el mito del líder ilustrado e iluminado que sabe cómo llegar a la Arcadia feliz luchando esa lucha final contra las fuerzas del Mal y del Infierno. Moisés nos lleva a la Tierra Prometida, donde «mana leche y miel». Pero igual que el mito de la Arcadia incluye la presencia de la muerte (Et in Arcadia ego), el mito de Moisés incluye la posibilidad de que vaya a ser sustituido por Aarón sin que el líder puede ver de cerca el efecto de sus desvelos.

5. Maquiavelo. La misma persona (Mas en este caso) puede ser presentada como un Moisés, pero también como un maquiavélico manipulador que sabe que el fin justifica los medios y que para llegar a Arcadia se puede mentir y, sí, arriesgar. El que no se arriesga, nada consigue. Y arriesgarse no necesariamente tiene que ser según las normas vigentes. Maquiavelo está por encima de ellas.

6. Progres trasnochados. El mito creo que lo inauguró Aznar. Pero, desde dentro, es como una capa que convierte en bueno todo lo que uno hace ya que lo hace por el progreso y el bien común. Desde fuera, se utiliza como un argumento para desacreditar lo que los «progres» ven como positivo y sus críticos como negativo. Progre, por ejemplo, sería aceptar «el derecho a decidir» añadiendo que se votaría «no» a la independencia. Razonable, ya que una y otra cosa pertenecen a ámbitos distintos, pero rechazable por los críticos que solo ven el Armagedón entre dos fuerzas y nada más que entre dos fuerzas.

7. Carcas furibundos, también llamados «fachas». Es otra forma de zanjar una discusión poniendo esta etiqueta sobre las proposiciones de los que no están con nosotros (y, por tanto, es probable que estén contra nosotros). Aferrados al pasado, defensores de la autoridad y algo misóginos en sus prácticas, los carcas se saben factor de estabilidad y seguridad y sus contrarios los ven como factores de inmovilismo y de obstáculo a la innovación (también la social).

He leído hace poco un trabajo estadounidense sobre «el poder de las falsas narrativas», la fuerza que pueden tener estos mitos a la hora de entender qué sucede a nuestro alrededor y, consiguientemente, a la de tomar decisiones sobre asuntos que nos conciernen, aunque no sea más que el voto. Leídas con desapasionamiento, las siete anteriores son, a la vez, falsas y verdaderas. Verdaderas porque que hacen referencia a cosas reales. Falsas porque excluyen a las otras y, sobre todo, someten a la realidad a una cierta violencia al presentarse como absolutas. Pues ahora vienen las elecciones generales.

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