Cuando escuchamos decir la expresión «pisar la calle» siempre la oímos para constatar la necesidad de estar más enterado de lo que ocurre a nuestro alrededor. Cuando a un gobernante se le dice: «Salga usted de la Moncloa y pise la calle» lo que en verdad se le quiere decir es que salga del «búnker» y de la «burbuja» que parece existir en el Palacio de la Moncloa para que se entere de los problemas de la gente y esté más cerca de las necesidades de los ciudadanos. Suele ser recurrente que los presidentes del Gobierno reciban toda la información a través de los compañeros de gabinete, de los documentos oficiales, de los estudios de opinión, de los gurús y palmeros que les rodean y de algunos periodistas dedicados más a ensalzar las virtudes del líder, desde una lealtad mal entendida e interpretada, que a orientarle adecuadamente. Son presidentes de Gobierno preocupados con las cifras del día a día, sentados desde su cómodo despacho presidencial. Y aquí me da igual el partido del que provengan. En definitiva, hay un abismo entre la realidad oficial y la realidad de la calle, entre unas cifras macroeconómicas y el drama de las personas, entre la propaganda gubernamental y la otra verdad, que es más verdad. Llevamos todo el año escuchando las verdades del Gobierno de España y la tan cacareada salida de la crisis, que se está generando empleo y de que esto va como la seda, aunque la realidad de la sociedad va por otro lado, lleva otro ritmo.

Tras el cierre de la temporada turística y la ausencia masiva de clientes, los hoteles y negocios de hostelería cancelan contratos de trabajo y dejan en la calle a miles y miles de ciudadanos. Como todos los años. Recientemente han salido los datos del paro registrado -dependiente de los Servicios Públicos de Empleo- y nuevamente la estadística de un mes de septiembre vuelve a ser desolador: el paro ha subido nuevamente en 26.087 desempleados, dejando la cifra total de parados registrados en 4.094.042. Son casi cuatro millones cien mil dramas personales, familiares y sociales. Y especialmente malo es el dato de septiembre para el colectivo de los jóvenes, ya que el 96% de los parados en ese mes son jóvenes menores de 25 años. Y mientras tengamos estos datos objetivos de paro en nuestro país no habrá recuperación que valga. Nuestro crecimiento económico sólo será posible con un reforzamiento de las políticas activas de empleo, un cambio en la destrucción y el empobrecimiento salarial y una calidad en el empleo que elimine la precariedad existente en el mercado laboral.

Mientras muchas familias sufren cada día porque no pueden llegar a fin de mes, nuestros políticos -los que gobiernan y también la oposición- están enfrascados en una precampaña que nos llevará el 20 de diciembre a unas elecciones generales, convocadas en esa fecha por el Gobierno, pensando más en los intereses del PP que en el interés de los españoles. No tengo casi ninguna esperanza puesta en esa convocatoria electoral. Nadie me motiva, ni sus líderes ni lo que hoy anuncian que harán. Como votante socialista no comprendo que el líder socialista anuncie en un programa de televisión que estaría dispuesto a pactar con la derecha moderada, en alusión al partido de Albert Rivera (Ciudadanos). Es decir, nuevamente el PSOE, para ganar votantes, da un giro a la derecha y se olvida de sus raíces socialistas y socialdemócrata. Tengo la impresión que el único objetivo que tienen los dirigentes socialistas el 20D es desbancar a Rajoy y al PP del Gobierno de la Nación, aunque sea con un programa menos socialista y más derechizado. Por cierto, a pesar de los errores del PP y del Gobierno de Rajoy, el PSOE de Sánchez no aumenta las expectativas de voto y todavía estaría por debajo de los pobrísimos resultados de Rubalcaba. Y qué decir de aquellos que hoy todavía están peleándose por conseguir el espacio de la izquierda sociológica. Tras el desinfle de Podemos a nivel nacional, han dejado de enamorar tanto por sus errores mediáticos como por actitudes como la realizada por la dirección local en Alicante para ganar unas primarias, y el nulo atractivo de una Izquierda Unida dividida, el panorama por la izquierda política de nuestro país es desolador, poco reconfortante y en cuyo espejo hoy no merece la pena fijarse.

Los españoles anhelamos otros políticos y otros gobernantes y, sobre todo, otra forma de hacer política. Pensar en la gente, en sus problemas y necesidades, en sus dramas personales y familiares, pero para eso se necesitan líderes y políticas que sean cambiadas radicalmente. Hay que pisar la calle. Ni más ni menos.