Con miles de tractores y durante meses, hemos tomado las calles de Bruselas. Cientos de manifestantes nos hemos desplazado a Madrid para denunciar la situación. ¡¿Sólo hemos protestado?! ¡En absoluto! También hemos bloqueado las principales industrias y hemos conseguido paralizar envíos de leche. Nos preguntan por qué hemos armado ahora tanto revuelo. La desaparición de las cuotas lácteas entró en vigor en marzo y supuso el detonante, pero llevábamos demasiados años vendiendo a pérdidas. No es justo. En las granjas de la provincia de Alicante, no descansamos ni un solo día al año. Pocos trabajos hay más esclavos que los del ganadero pues nuestros animales tienen que comer todos los días, entre otras tareas. Aun así, amamos lo que hacemos. Por ello, emprendimos nuestra marcha blanca y tras recurrir a lo que fuera necesario para sensibilizar a la sociedad de que nos estaban condenando a la extinción, algo hemos conseguido.

Recientemente, 60 representantes del sector lácteo entre empresas de distribución, industrias lácteas, cooperativas y representantes de los ganaderos hemos alcanzado un acuerdo que contempla las siguientes cláusulas: establecer contratos de compra-venta entre industrias lácteas y cadenas de distribución de obligado cumplimiento; difundir los datos de ambos, incluidos, los precios de venta; impedir el uso de la leche como producto reclamo y repercutir el valor añadido a sus productores. Además, el Ministerio de Agricultura se ha comprometido a reducir las intermediaciones innecesarias. También urge controlar las importaciones y el etiquetado para que no haya engaños con los productos que llegan de Terceros Países. Estas competencias corresponden más a la Unión Europea, que aún no ha actuado, pero sí ha aprobado repartir 500 millones de euros para los productores de leche. Sin embargo, será como siempre ha sido y poco recaerá en las explotaciones alicantinas. Aun así, no queremos subvenciones, si no que sea el mercado el que remunere al productor.

Pedimos que la mejora tibia que hemos alcanzado no se olvide nunca. Independientemente de que se produzcan elecciones o haya cambios de poder, el Ejecutivo deberá velar para que estas premisas se traduzcan en un impulso sostenido en el tiempo. Todos estaremos pendientes porque sabemos que quienes controlan la agroalimentación son capaces de firmar y cuando salen por la puerta, ignorar lo aprobado. Parece que sólo se trata de reglas sencillas y justas, pero hasta ahora eran del todo inexistentes en el mercado agroalimentario. A las explotaciones ganaderas y también a las agrícolas, el comprador va, se lleva lo que quiere y dice que ya te pagará cuando él lo venda. ¿Cuánto? A resultas, es decir, lo que diga que ha podido obtener. En muchos casos encima ni siquiera dan ni un solo céntimo. El resultado lo vemos cada día por nuestras carreteras, cientos de explotaciones abandonadas. De hecho, las de bovino (que incluyen las vaquerías) han pasado de 139 a 60 en diez años en la provincia de Alicante. Las de ovino de 594 a 334 y las de caprino de 553 a 316.

La ministra Isabel García Tejerina se ha comprometido expresamente a que no cierre «ninguna explotación por la caída de precios». Esperamos que así sea y que muestre el mismo ahínco con la producción de carne o de frutas y hortalizas. Todos los subsectores agrícolas y ganaderos se encuentran, exactamente, en la misma situación. El mercado penaliza al productor que es la base de todo. Sin él, no hay negocio ni para la industria, ni para los supermercados, ni comida para el común de los mortales. Por desgracia y gracias a que nos imponen las condiciones, el agricultor genera riqueza para todo el mundo menos para sí mismo. Somos la gallina de los huevos de oro, pero así no podemos sobrevivir. Urgen soluciones más valientes. No se trata de subir el precio del producto a los consumidores. Ellos ya pagan lo suficiente como para que se mantenga un sector que siempre ha sido básico para España. Sólo sería necesario que la Comisión Nacional de la Competencia trabaje a nivel europeo para un correcto funcionamiento de la cadena y que los beneficios que genera la agroalimentación repercutan en todos sus eslabones. Este hecho sólo será posible si permiten que los contratos contemplen índices referenciados a los costes de producción. Todos somos conscientes de que cuando se vende por debajo de este valor, se están produciendo abusos como pactar valores o la existencia de monopolios u oligopolios. Por supuesto, creemos en un mercado libre que permita trabajar a todo el mundo, pero cuando se producen situaciones de especulación u otras prácticas ilegales, es necesario actuar para que haya transparencia y no se produzcan coacciones en las negociaciones. Es muy tétrico vender y no obtener ni para poder vivir. Además, somos muy importantes. Nuestro futuro pasa por tener garantizada la leche, los huevos, el aceite,... Son las materias primas de la cesta de la compra y sería peor que un delito que dejáramos de contar con ellas en nuestras propias fronteras. Depender tanto del exterior, supondría el exterminio de muchas economías familiares incluso en las grandes urbes.