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Antonio Sempere

En pocas palabras

Antonio Sempere

Inmovilizados

Acabada la Semana de la Movilidad, y sin que nadie nos tenga que convencer de las bondades del transporte público, porque es el que hemos utilizado siempre, volvemos a sentir la rabia por sabernos en territorio comanche, atrasado y, por muy sobado que parezca el término, tercermundista, en materia de infraestructuras ferroviarias.

En cada uno de mis desplazamientos a Elche pierdo no menos de 7 minutos, que a veces 10 ó 12, inmovilizado en el apeadero de San Gabriel, y más tarde orillado en una vía de Torrellano, esperando el cruce de otro tren que viene en sentido contrario. Lo que significa que, contando la ida y la vuelta, paso cada día 20 minutos esperando, inmóvil. Que a la semana suman 100 minutos y al mes, 400. Tiempo tirado por la borda.

Si cuando correspondía, hace varias décadas, se hubiese implantado la doble vía, nos ahorraríamos este trance. Y si algún político con influencia y sentido común hubiese decidido reabrir la Estación de Murcia (sí, esa que está ubicada precisamente al lado de la nueva Estación de Autobuses, provisional al menos hasta 2040) saldríamos y regresaríamos de Elche sin retranqueo que valga. Como un tiro. Ahorrando de paso el siniestro túnel por el que nos obligan a pasar cada vez que entramos y salimos en tren de Alicante y un rodeo tan largo como gratuito.

Pero el dichoso AVE ha arrasado con todo, hipotecando nuestro futuro ferroviario por generaciones. Aunque haya mucha engañifa. Un ejemplo. Salen dos AVE a la vez desde Atocha (bueno, uno detrás de otro puesto que tienen que usar la misma vía). Uno con destino a Alicante, el otro con destino Valencia. Cuando el viajero con destino a Alicante llegue a la estación de Albacete, justo en ese momento, el de Valencia habrá llegado a la estación término. Antes del AVE, si esos dos trenes, se llamaran Alvia, Altaria, Alaris o lo que fuere, salían de Atocha con destino a Valencia y Alicante, tardaban exactamente lo mismo. Ni un minuto más el uno que el otro. Ahora, llegar a Alicante cuesta 45 minutos más que llegar a Valencia.

Si miramos al norte, ya tenemos AVE desde Madrid a León y a Palencia. Pero de qué nos sirve a los viajeros que emprendan viaje desde Alicante hacia esas tierras castellanas tanta velocidad, cuando en las maniobras de retranqueo para llegar desde Atocha a Chamartín invertimos casi una hora. Por no hablar de ese puñal clavado desde que se cortaron las vías entre Lorca y Granada en 1984, lo que significa que los alicantinos y murcianos que quieran ir a Córdoba, Sevilla o Málaga deban hacerlo subiendo hasta Cuenca y Madrid antes de volver a bajar al sur. Todo un despropósito.

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