No es que se retracte, le echa la culpa al contexto, ese entorno lingüístico en el que cuelan las frases para la posteridad. Es la excusa perfecta de los que creyéndose osados, acaban siendo amilanados. Desde su trabajada intelectualidad no ha podido evitarlo, en su ADN está el gen de impresionar, prepara frases pretendidamente ingeniosas para ello. Trata de imitar a Marx, Groucho, para terminar siendo un remedo mohíno de él. Fernando Trueba ha soltado su boutade en uno de los peores momentos del país que le ha acogido desde que vino a este mundo. En momentos tensos en los que unos secesionistas catalanes siguen empeñados en separarse de España. «Ni cinco minutos de mi vida me he sentido español», esta es la frase para la polémica pronunciada en la recogida del premio nacional de cinematografía español que Trueba ha tenido a bien manifestar ante el ministro de Cultura.

Uno más que ha contribuido desde su particular visión a engordar el voraz apetito secesionista de los que acaban de llevar a Cataluña y resto de España a un viaje a ninguna parte. Pese a todo, Junqueras, Mas y el Varufakis catalán estarán eternamente agradecidos a los que sin o queriendo arriman el ascua a su sardina. En la noche electoral, con el ascenso meteórico de Ciudadanos, y pese a no llegar a contar ni con el 48% de los votos, en unas elecciones calificadas por ellos mismos de plebiscitarias, no les amilanó la exigua cifra, y salieron cantando y contando su gran victoria, exagerando las verdades a medias y ocultando los datos en los que intentaron apoyarse para su gran fiesta separatista, que ha acabado en otro fiasco más. Pero como don erre que erre, a lo suyo, siguen gallitos, sin tener siquiera la mayoría absoluta en el parlamento catalán, necesitan como agua de mayo a las denominadas CUPS, nada les preocupa más que sus ansias independentistas. Que lleve Cataluña años sin gobernanza, dedicados únicamente al juego del separatismo, donde toda cifra es maleable y ajustable a sus necesidades más íntimas, es todo lo que les ocupa. Ni desde la derecha más rancia representativa de la burguesía catalana, pasando por la izquierda nacionalista, oxímoron político sin encaje en filosofía racional alguna, y terminando en los remedos de anarquismo asistemático, ven más allá del concepto de Cataluña independiente.

Estamos ante la gran boutade de su pretendido fin de fiesta, pero tras la serie casi interminable de intervenciones pretendidamente ingeniosas que Mas se ha ido sacando de su chistera separatista, apoyado por Esquerra y algunos movimientos cívicos subvencionados con dinero procedente de las arcas de la Generalitat, el mesías catalán y sus compañeros de viaje, han dejado de impresionar y han empezado a cansar. Ni la gente en Cataluña está ya para estos desiderátums sin viabilidad democrática y legal alguna, ni los ciudadanos del resto de España lo están para seguir soportando chantajes y deslealtades continuas de los gobernantes instalados en la Generalitat. Esta gran boutade, no se va a desinflar con concesiones imposibles de llevar adelante, con diálogos sobre cuestiones que subvertirían los principios de legalidad constitucional y/o de apaños o parches para tener contentos y encajados a quienes no quieren estar. Sólo estaríamos trasladando el problema a generaciones posteriores. Al Estado autonómico no se le puede exprimir más, al Estado no se le puede ni debiera adelgazar más de lo que ya está. Los reconocimientos de singularidades no colman ni un ápice las pretensiones de los soberanistas, pues las de lengua, cultura y autogobierno emanan de la Constitución vigente y del propio Estatut, que no puede ni debe ir más allá de lo que la Carta Magna establece en la configuración del Estado Autonómico. Ahí es donde todos nos debemos entender, lo demás sería alimentar el inicio de otra gran boutade parida por la incansable imaginación del soberanismo. Mientras los separatistas lo sigan siendo, los acuerdos o consensos con ellos no son más que castillos en el aire que cualquier tramontana se llevaría por delante.