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Quisiera felicitar desde esta columna muy sinceramente a esos 28.000 héroes que, según dictan los audímetros, fueron capaces de seguir, inasequibles al desaliento, la última entrega de Días de cine. Los contenidos eran de lujo. Elena S. Sánchez y su equipo lo dieron todo desde el Festival de San Sebastián. Pero la hora en que el programa salió en antena, la una y media en punto de la madrugada, no era nada fácil ni para los más incondicionales. Y mira que teníamos un menú delicatesen, con Woody Allen para abrir boca, apuntalado por el mismísimo Joaquín Phoenix. A un Luis Tosar en plena forma. Y como adelantamos, una información valiosísima generada en San Sebastián por Alejo Moreno y Alberto Bermejo. De ahí que quiera felicitar desde aquí a ese melifluo pero imprescindible 0'7% de la audiencia que trasnochó para ver el programa.

No se sostiene la esquizofrenia en la que incurre TVE cuando, por un lado, predica que es la cadena que apoya incondicionalmente nuestro cine, mientras a la hora de la verdad, y nunca mejor dicho, se empeña en relegar un programa de la altura moral de Días de cine más allá de las 2 de la madrugada. Y decide recortar su duración a la mitad, sólo 30 minutos, en su redifusión de los sábados por la tarde (sí, los sábados lo vuelven a repetir por la noche, pero a las 3 de la madrugada).

Puede que nos argumenten podemos ver el programa cuando queramos, en la web, pero tenemos derecho a solicitar una emisión en horario digno. Puede que acaso Días de cine sea atemporal, ¿pero acaso lo son las ediciones de La 2 Noticias? A la 1 en punto de la madrugada se emitió la del jueves, que rozó la excelencia. Al alcance solamente de un puñado de héroes despiertos.

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