Languidecen los días y las horas. Y septiembre despide el verano cargado de incertidumbres. Nada mejor que contemplar, como espectador, el tránsito de acontecimientos que pueblan nuestro planeta, desde la atalaya de la serenidad y reflexión.

Si de sobresaltos políticos hablamos, cabe mencionar cómo asistimos al desmoronamiento de la convivencia entre los pueblos. Guerras y más guerras que no acabamos de comprender. Hambre y más hambre. Muertes y más muertes. Políticas cargadas de egoísmo y ansias de poder. Adoctrinamiento popular por mentes raquíticas donde solo caben unos principios talibanes que intentan imponerse ante los derechos humanos.

Europa se ha convertido en un camino de sangre y lágrima. Estamos como Salomón ante las mujeres que decían ser madres del mismo niño. Qué hacer. Y nos sacude la conciencia la imagen del niño dormido eternamente, como un muñeco de trapo, mecido por las sábanas de espuma blanca, a la orilla de un mar de víctimas que agrieta nuestra alma y sacude nuestra sensibilidad compasiva.

También, ¡cómo no!, esos millares de familias enteras, desesperadas, buscando la libertad al otro lado de un corta-almas con cuchillas de acero rasgando su dignidad. Y para rematar la impotencia, gasean a una población desamparada que lucha por sobrevivir. Esa marea humana, refugiados de la guerra, tal vez encubra a futuros kamikazes. Son los infiltrados de la muerte y del terror que envían para matar a los infieles. Tal vez. Es una estrategia bélica muy antigua. Pero ante todo están los atrapados en un camino yerto e infértil donde familias enteras recorren sus días y sus noches, desesperados, con el afán de que esta humanidad que les rodea les ayude a sobrevivir. ¿Quién dijo «las mujeres y niños primero»? ¿Por qué no se cumple esta máxima?

Y por si fuera poco, en España, Artur Mas y compañía, vienen a revolotear el gallinero político con iniciativas secesionistas. Como si no tuviéramos bastante. No parece que el tiempo transcurrido hayan cicatrizado las heridas causadas por el nacionalismo. Faltaba un suicida político para llevar al limbo legal, respecto al mundo, a una parte de españoles y al resto de sus conciudadanos. Arthur Mas lo tiene todo perdido. Es como cualquier kamikaze que no le tiene aprecio a su vida. Política, en este caso.

Aunque tarde, las cosas no tenían que haber llegado a este punto. Al parecer, los poderes del Estado Español han pactado, excepto algunas excepciones, para dar portazo a las intenciones de Mas y las consecuencias que afectarían seriamente al resto de los españoles. Políticos de los estados miembros, líderes de casi todas las formaciones nacionales y europeas; poder judicial; poder económico y empresarial. Qué lugar ocuparía Cataluña en la Unión Europea mientras duraran los largos procesos para entrar a formar parte de ella. Con qué moneda harían sus transacciones comerciales, ya que la utilización del euro sería ilegal o al menos alegal.

El hecho de estar en la antesala de unas elecciones generales no nos favorece pues durante la disolución del Gobierno, en ese vacío de poder con la disolución de las Cortes y la convocatoria de elecciones, Artur Mas podría proclamar la independencia de Cataluña y pasar la patata caliente a nuestro monarca. Los helenos ya han elegido su destino. Y un día seguirá a otro día. Amanecerá. Y una hora seguirá a otra. Seguiremos esperando.