La idea de quienes gobiernan en la Generalitat Valenciana de volver a emplear recursos públicos en el rescate de algunas inversiones ruinosas nos parece no sólo un sin sentido sino una grave irresponsabilidad. Por eso produce vergüenza ajena que se emplee el papel de plañidera autonómica ante el responsable estatal del Tesoro y luego ver cómo nos niegan una y otra vez un trozo más del pastel fiscal español.

De ahí que sea tan difícil generar credibilidad en la gestión de las finanzas públicas por los gobiernos autonómicos, sean estos del signo que sean. Prima la ineficiencia y el despilfarro sobre el verdadero interés general de la población, que no es, por supuesto, tener televisiones autonómicas, aeropuertos en cada esquina o ciudades luminarias y parques temáticos que nada aportan al bienestar ciudadano.

El verdadero interés general siempre será generar oportunidades para que la gente vislumbre su propio camino hacia la libertad, y eso se encuentra principalmente en la educación y en no poner trabas a las iniciativas que hacen posible ser útiles mediante el empleo de nuestras habilidades y nuestro conocimiento. Es decir, en el ejercicio profesional de un trabajo digno y bien remunerado.

¿Desde cuándo es necesario tener una televisión pública autonómica para dar sentido a nuestra identidad cultural y lingüística? Permítase a los valencianoparlantes la posibilidad de ver la televisión catalana y mejorarán indudablemente su dominio de la lengua. Y hasta es posible que nuestros chavales de primaria la acojan con mayor agrado y entusiasmo. Y de qué identidad hablamos, de la valenciana centralista y huertana, de la del sur catalán o castellonense, o de la alicantina castellano murciana. No existe una identidad valenciana como tal en Castellón o en Alicante, o se es del Real Madrid o se es del Bar?a. Y para eso sobra con Movistar Plus.

Nos enteramos por la prensa que la Generalitat Valenciana pretende quedarse con la Ciudad de la Luz alicantina, ese complejo que el ínclito Zaplana, expresidente de esta comunidad autónoma, construyó con dinero de todos para vertebrarla y acallar así las voces que pedían otra «terra mítica» para los amigos de la capital. El objetivo no sería otro que destinarla al ejercicio de actividades públicas, es decir, a colocar a más «compis» a la vera del sueldo público. ¿Dónde está la transparencia? ¿A quién han consultado para ello? De nuevo el oscurantismo y otra prueba de la hipocresía de unos políticos que nos toman por estúpidos.

No tienen solución, todos tienden a pensar que el dinero público, como alguien dijo una vez, no es de nadie, así que pueden manejarlo a su antojo y despilfarrarlo cómo y cuándo quieran. Luego, si viene el Montoro de turno y lo ve, no quejaros.