Uno de julio de 2014, «PSOE y PP la misma mierda es». Diecinueve de febrero de 2015, «¡que asco!, esto es lo que es el PSOE, una mierda». Así trataba la monologuista y escatológica edil Marisol Moreno a sus socios de gobierno en el Ayuntamiento de Alicante. O la concejala se ha vuelto inmune al olor fétido de las deposiciones, o desde que se asociaron en tripartito para gobernar la ciudad los socialistas dejaron de hacérselo encima. Hacer de la necesidad virtud, sostiene el dicho, y a ello se han puesto desde que tras largos días de negociación, llegaron a un consenso las tres fuerzas políticas en los días previos a la toma de posesión. Pero por el momento, superados los famosos cien primeros días de gobierno, no parece que hayan dado con la tecla, ni cumplan ninguno de los requisitos que requieren las acepciones del vocablo virtud. De la necesidad por ahora han hecho incapacidad, ineficacia y enfrentamientos, tanto personales como de sus propias organizaciones políticas.

Cada loco con su tema, y alguno por la calle de en medio. Sin meditar, sin pensar, se lanzan a la piscina creyéndola llena de agua para deleite de una oposición que espera ver en un futuro cercano cómo se despedazan entre ellos haciendo bueno el pronóstico de la pitonisa Castedo de que la coalición de izquierdas no iban a durar ni ocho meses, desde su retrato, junto al de su mentor y predecesor Alperi, observa risueña las riñas y el desconcierto en el tripartito. Observa cómo la multinacional de los muebles también torea a los nuevos espadas, que por el momento no dan la talla de buenos lidiadores, quedándose en voluntariosos sobresalientes.

Está claro que en esta ocasión del roce no ha surgido el cariño, más bien todo lo contrario. Las «simpáticas» alusiones de Marisol «la roja» a los socialistas meses antes de las elecciones, no son, sino lo que piensan unos de otros y otros de los unos. Aparte del subidón por haber quitado el poder a la derecha, encarnada por los populares, y sustituirlos en la gobernanza de la ciudad, pocos momentos de alegría y camaradería han tenido en este tiempo los integrantes de las tres formaciones. Ni los socialistas con un alcalde que no ejerce de tal, ni los de Guanyar con un concejal que hace ver que lo es pero que sigue con la frustración de no serlo, ni los de Compromís con una portavocía de la casa consistorial que les viene demasiado grande, han utilizado el roce propio de la cercanía para la aproximación de proyectos, sino para incidir en la acepción de discusión. Pique entre ellos al nombrar a esos asesores con los que había que acabar de una vez, pique por las posturas divergentes en temas de tanta exposición pública como el de los veladores o el manido tardeo, y resentimiento a la hora de tragarse sapos y culebras por las declaraciones intempestivas de casi todos, quitándose razones y autoridad.

Gobernar es sobre todo tomar decisiones que redunden en beneficio del conjunto de los ciudadanos. Por el momento las que han tomado o son para beneficio propio y/o de sus formaciones, o para satisfacer a sus más acérrimos seguidores. Las circunstancias les llevaron a formar un gobierno que no ejerce y que utiliza los resortes del poder para enfrentamientos viscerales que no llevan a ninguna parte. Las circunstancias los juntaron para tomar el poder, y ahí se han quedado, pensando que con el poder tienen suficiente para llevar a cabo lo que quieran como sea y cuando sea. Nada más lejos de la realidad, el poder lo otorga el pueblo soberano para que quien lo detente sepa administrarlo en un buen gobierno de los bienes que los contribuyentes ponen a sus disposición. Ni el roce de la proximidad ha conseguido llevar el entendimiento entre ellos, ni mucho menos la confianza necesaria para aunar esfuerzos en pos del beneficio de una ciudad harta de políticos que pasen de ella y únicamente piensen en sus respectivas formaciones, y si acaso en sus más íntimos colaboradores y seguidores.