No será este artículo una referencia gastronómica, ya que no voy a hablar de las posibilidades que se tienen en una cocina con dos huevos. Ni fritos, ni escaldados, ni en tortilla. Los huevos que nos interesan, y tampoco es sexual, es los que puso el gran Gasol el otro día contra Francia.

Ustedes pensarán que esa garra no es normal. Pues piensan bien. Las sociedades están configuradas con personas normales como usted y yo. Normales y punto. Unas más avispadas, otras más cortas. Pero siempre hay, en este colectivo que es la Humanidad, seres que sobresalen por su genial comportamiento.

¿Qué pasará por la cabeza de Pau para hacer del esfuerzo máximo su máxima de vida? ¿Qué fuerza sobrenatural construye a su alrededor que consigue un potencial físico y mental difícil de aguantar? Esas preguntas siempre tienen respuestas. Hay seres que siendo iguales a nosotros se comportan de manera diferente. Que los hace más importantes.

La capacidad de sacrificio de algunas personas, como Pau, por alcanzar un bien personal y a la vez colectivo, es digna de elogio. Acostumbrados a pasar por la vida con nuestras pequeñas rarezas, miserias, gozos y alegrías, nos elevamos al contemplar un ser tan rico en matices.

Mejor nos iría en la política con personas que tuvieran «un par de huevos», y perdón por este comentario un poco machista. Pero refleja un estado de ánimo, no un comportamiento sexista. Es un dicho, no se lo tomen de otra manera. Hemos encontrado un gran número de políticos mediocres que no «jugarían» en ninguna selección, pero que la selección natural del peloteo al jefe los ha colocado en sus respectivas posiciones.

La política es más necesaria que nunca. Como lo es el deporte. Pero si elegimos a los mejores para que jueguen, ¿por qué hay tanta medianía entre los políticos profesionales de la cosa? Es como esos equipos donde los padres van a recriminarle al entrenador que ponga a su hijo, cuando su hijo no vale ni para tacos de escopeta. Llévelo usted a la política. ¿Cuántos hemos visto sin oficio, ni capacidad, esperando que les toque a ellos?

El debate es de garra. De saber que no vamos a llegar a ser como Pau. Ni hartitos de vino. Pero que las referencias siempre han de ser los mejores, no los más cercanos, ni mi prima hermana. Cuando un país se levanta de una puñetera crisis, que ha jodido a miles de personas, necesita verse en el espejo de los mejores, no de los pelotas.

La gente, usted y yo, necesitamos echarle «un par de huevos» a la vida. Porque no hay otra forma de encaminar los baches, las laderas y los cruces de río. Ese Gasol enchufado a su camiseta española nos dijo a todos que «imposible es solo una opinión». Que cuando uno se enchufa a la vida y se mantiene firme, y suda como el que más, es más fácil ganar que perder.

No sólo de huevos vive el hombre, o la mujer, que ahora hay que ser políticamente correctos. La testosterona es hueca sino va acompañada de un equipo. Nada hizo Gasol solo. El pisó el acelerador, y sus compis le ungieron como jefe. Cuando respetas al que te guía, el destino se alcanza.

Elegimos a nuestros jefes políticos de entre un sinfín de personajes. Si la autocomplacencia, o la comodidad, se convierten en el pan de los políticos, el destino será malo para la ciudadanía. Claro que hay personas más capacitadas que otras. Claro que hay personas más honradas que otras. La elección del guía erróneo te lleva a no poder utilizar ni los huevos.

Fue toda una lección de pundonor. Tan necesaria en esta España dañada, pero ilusionante. Nada más necesario que un tipo alto levantando a un país. Echándose a la espalda a toda una nación, o pueblo, elevamos el ánimo. Ponga usted los huevos, los ovarios, el sudor o los dientes apretados, pero sigamos a Gasol. Huevos o «güevos». Pero siempre un par, o una docena. Pau Gasol es el ejemplo. ¡Abajo el pesimismo! Siempre tendremos un español que levante el ánimo. Hay muchos buenos. Pero hay que ponerlos en los sitios. Jugar es fácil, pero ahora queremos ganar.