Desde mis cuarenta y cinco años de práctica médica les aseguro que en este tiempo los conocimientos, la información científica sobre cualquier enfermedad se ha incrementado muchísimo. También es cierto lo que alguien dijo: que nuestros conocimientos llenan el volumen de una esfera y nuestras ignorancias la superficie de ella. Cuanto más sabemos, más ignoramos. Importa mucho que haya un gran desarrollo de los conocimientos en ciencias de la salud. Necesitamos conocer y las ciencias nos ofrecen información y soluciones.

Después necesitamos (yo o los otros médicos) aprenderlo: Es muy difícil que yo sea capaz de curar algo que desconozco que existe. Importa mucho que la sociedad disponga de médicos bien formados; y finalmente se necesita que la sociedad me facilite los recursos para aplicarlos. De nada sirve tener las soluciones si estas no se pueden ofrecer. Le recuerdo el problema inmenso del sida en África, allí muchos países se desangran por tener muchos afectos para los que habría remedio, pero que no se aplica porque no pueden pagarse. Seré sincero, ninguna sociedad (ni las más ricas) puede incorporar con rapidez a la práctica todo los que se conoce en las ciencias médicas.

Voy a poner algunos ejemplos de los retrasos, referidos a la limitación de conocimientos: los médicos hablamos de diagnóstico precoz del cáncer. Es muy importante poder hacerlo. En general cuanto antes se diagnostique el tumor, éste será más pequeño y tendrá más posibilidad de ser curado. Para ellos hemos puesto en marcha programas de diagnóstico precoz: por ejemplo la palpación de las mamas, la realización de mamografías periódicas, citologías vaginales, medir el PSA. Pero la realidad es que habitualmente llegamos tarde. Hablar de diagnóstico precoz del cáncer debería ser casi un sarcasmo ¿En qué sentido? Pues porque desde que la primera célula sufrió la transformación que la hizo tumoral, se puso a dividirse desordenadamente, sin obedecer los sistemas que el cuerpo tiene para regular el crecimiento y escapar a la vigilancia de nuestro sistema inmune ha pasado mucho tiempo. Quizá 7-8 años, mucho tiempo, y todo antes de que las detectemos. En ese momento la célula ha tenido tiempo para dividirse mil millones de veces (Entonces el tumor tiene un gramo de peso y aproximadamente mide un centímetro.

Usted puede preguntarme cómo sé que tardamos tanto. Se lo comento: porque puedo producir un tumor en un animal en el laboratorio y ver lo que tarda en crecer, o porque cuando alguien ha estado expuesto a una radiación, por ejemplo en las zonas vecinas a Hiroshima y Nagasaki cuando explotó la bomba atómica o los escapes del reactor de Chernóbil, los pobladores de las zonas vecinas sufrieron de muchos tumores malignos, que aparecieron con un pico a los 8 o 9 años.

Necesitamos nuevas técnicas para la detección más precoz del cáncer (medir las sustancias que libera el tumor en la sangre, mejorar las técnicas de imagen, etc). En fecha muy reciente unos investigadores han señalado que podría valorarse en la sangre un gen presente en todos los tumores, lo que permitirá un diagnostico precoz y muy fácil.

Otro ejemplo que demuestra que llegamos tarde son la aparición de lesiones grasas en las arterias: arteriosclerosis, (que favorece los infartos de miocardio o los accidentes cerebro-vasculares cerebrales). Desde los años 1940 sabemos que se inicia en la juventud. Y hemos luchado mucho por evitar que apareciera el infarto o el accidente vascular cerebral, lo que sucede entre 20 y 30 años después. Pero lo más inteligente no es evitar esas complicaciones sino impedir que la arteriosclerosis se desarrolle.

Lo cierto es que no hemos dispuesto de procedimientos sencillos para intentar conseguirlo y valorarlo. La arteriografía fue un avance (inyectar contrastes, sustancias opacas a los rayos X en una arteria, por ejemplo las coronarias y obtener una imagen del relleno de la luz del vaso, lo que permitía detectar zonas estrechas).

Pero esta técnica es invasiva, costosa y se reserva para los sospechosos de haber tenido ya lesiones coronarias. En los últimos tiempos han aparecido otras nada agresivas como el utilizar ultrasonidos para valorar el grosor que tienen las capas de la arteria o el índice de presión entre las arterias del tobillo y del brazo. Su uso aún no se ha generalizado pero probablemente permitirá valorar mejor el desarrollo o la regresión de la arteriosclerosis, que es lo que debemos evitar.

Hemos aprendido que ciertas circunstancias se asocian con esas lesiones, por ejemplo, tener tensión arterial elevada, el colesterol malo alto o mucha glucosa en sangre (son los llamados factores de riesgo), pero las cifras más aconsejables para evitar las complicaciones de la arteriosclerosis están en permanentemente en discusión. Y no se intenta frenar la lesión, sino la complicación. El balance existente es o medicalizar en exceso a la población con el riesgo de efectos secundarios y un gran gasto en medicamentos o mantener un peor control, tal vez sin frenar la lesión de las arterias.

Algo parecido sucede con la diabetes. Un trastorno de ajuste en el cuerpo de la glucosa, bien porque carecemos de insulina, una sustancia que la regula, o que las células del cuerpo que usan la glucosa no la reconocen. Cuando decimos a alguien que padece diabetes, posiblemente lleva 12 años dañando su páncreas, un órgano del abdomen donde se produce la insulina.

Lo cierto es que los médicos disponemos de una información cambiante. Los expertos internacionales nos aconsejan (en base a ensayos hechos con enfermos) los nuevos valores de mejor control (del colesterol malo, de la glucosa en sangre o la tensión arterial), ofrecidos como la situación óptima para evitar la enfermedad.

Estos valores nuevos casi siempre son más bajos que los previos que teníamos. Pero mientras tanto los enfermos no se han beneficiado de ello, de ese conocimiento. Hemos hecho lo que hemos podido, aunque con la información disponible luego hemos sabido que era insuficiente, llegamos tarde.

He hablado de cáncer y de complicaciones de la arteriosclerosis, que son las causas más importantes de muerte en las sociedades ricas o la diabetes.

Así es la ciencia, así es la medicina, así es la vida. El progreso científico es evidente, pero con una visión crítica dentro de veinte años pensaremos que hoy llegábamos tarde.