Existen dudas más que razonables para pensar que el gobierno de trípode que gestiona el Ayuntamiento de Alicante no tiene claro qué políticas públicas piensa implementar para mayor felicidad de sus conciudadanos. Se confirmaría así la falta de liderazgo de sus tres cabezas de serie, más pendientes del triple marcaje que de las necesidades reales de la ciudad.

Esta situación es muy preocupante para los intereses de Alicante. Es posible que sí, que se coman el turrón y hasta canten villancicos, pero sin belén la cosa no tiene mucha gracia. Es muy preocupante porque entre la política del expolio empleada por el Partido Popular en los últimos veinte años, que se dice pronto, se añade la de las ocurrencias de esta trinidad imposible que pretende gestionar asuntos públicos sin la menor preparación. Porque hace falta poca cultura política para consentir un gobierno de tres en uno sin haber obtenido antes la debida gracia que otorga el saber y el conocimiento.

Aparte de manifestarse con alguna que otra bobada, esas que siempre tienen su origen en el marketing político, las grandes cuestiones en las que emplean hoy su tiempo el tripartito se refieren básicamente a la implantación o no de un centro comercial y a la ocupación o no de la vía pública por parte de los bares de la localidad. Antes se ocuparon con intensas sesiones sobre quiénes serían los más idóneos para asesorarles y aconsejarles en tan arduas tareas. Al final fueron, como era de esperar, los amiguitos del alma.

Sobre la revitalización del Puerto, la ciudad inteligente, la reforma de la Administración, la captación de inversiones, la industria y los parques tecnológicos, el endeudamiento municipal, la limpieza urbana, la provisión de servicios. De todo esto, que es lo que podría cambiar la vida a mucha gente que vive y trabaja aquí, no hay ni una iniciativa digna de mención, a no ser que la visita al alcalde de Elche pueda interpretarse como una posible vía de hermanamiento cívico-industrial.

Lo que está ocurriendo con Ikea y su centro comercial es para echarse a temblar. Aquí todo el mundo tiene algo que decir sobre lo que le interesa o no a una empresa que desea invertir en tu propia casa. Todo el mundo menos los consumidores, que son los grandes beneficiarios, y la propia Ikea, que es la que más arriesga y la que mejor sabe cómo ha de defender sus inversiones. La trimurti local no está siendo seria con la compañía sueca y muestran un grado de irresponsabilidad propio de niñatos de instituto. Díganles de una vez si aceptan lo que piden, y si no, rechacen su apuesta con argumentos válidos e inteligibles. Ellos han estudiado el mercado y saben mejor que nadie dónde tienen que ubicarse para rentabilizar su negocio, es una empresa privada que no se financia con recursos públicos. Díganles sí o no, pero no mareen ni se excusen con que algún colectivo interesado se opone a su instalación. Colectivos que, lógicamente, desean mantener cierto monopolio sobre el sector.

En cuanto a la ocupación de la vía pública por parte de bares y cafeterías, aplíquese la ordenanza, léanse el teorema de Coase y tendrán resuelto el problema.

Hablaremos del Puerto y del chiste de la zona franca en otro momento, cuando comprobemos por dónde enfoca la gestión su nuevo presidente. Es tranquilizador que no sea un político sino un gestor reconocido el que tome las riendas de una institución que debe convertirse en una oportunidad para la regeneración del tejido productivo de Alicante.

Pero ahora preocupa mucho más el devenir del trípode, sus andaduras por las dependencias municipales y las cencerradas que arman en cuanto los dejan. No me digan que tener un alcalde cuyo manifiesto interés es ocuparse de las competencias de fiestas no es decepcionante, o que la misión de un teniente de alcalde sea mantener una eterna y amable sonrisa, o que el objetivo del otro teniente de alcalde sea ejercer como el alguacil de un pueblo sin urbanizar.

En el Sistema Monetario Internacional existe una restricción conocida como el teorema de la imposibilidad de Mundell, denominada también el de la trinidad inconciliable, según la cual es imposible para un país tener al mismo tiempo un tipo de cambio fijo, libertad de movimientos de capital y autonomía sobre la política monetaria. Trasládese esto a la trinidad inconciliable del Ayuntamiento de Alicante y veremos que es imposible para su Alcaldía tener al mismo tiempo tipos competentes, libertad para ejercer sin tapujos una política eficaz y autonomía para no dejarse llevar por los sonidos que emiten los cencerros de la política.