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Cataluña: discusiones inútiles

Aquí van algunos consejos para discutir sobre el tema impidiendo que se pueda llegar a ningún buen término, a no ser que lo que se pretenda es que se enfríe el café o que lleguen a la barra los calamares a la andaluza, es decir, si lo que se pretende es una charla de café.

1. Discuta sobre cuestiones de fe (fe es creer en lo que no se ve). Por ejemplo, contraponga que «España es una unidad de destino en lo universal» o la sagrada unidad de la patria (España, por supuesto, como única nación) al «Catalunya triomfant tornarà a ser rica i plena» o, si prefiere, «Som una nació. Nosaltres decidim» (y decidimos ser un Estado). Es como discutir entre protestantes y católicos sobre dogmas de estos últimos sobre la Virgen o el Papa. Esa discusión no lleva a ningún lado. Las naciones claro que existen: en las mentes de sus creyentes pero sin criterios para saber cuál es la verdadera.

2. Evite la racionalidad e insista en los sentimientos. Es como decirle a una hija, que está enamoradísima, que «ese chico no te conviene». Es obvio que la atas al pie de la cama o seguirá poniendo sus sentimientos (legítimos) por encima de cualquier otro razonamiento. El «sentimiento nacional» está por encima de cualquier otro razonamiento (comercio, moneda, pensiones, orden público, Unión Europea, etcétera). Son sentimientos legítimos, pero es inútil discutir sobre ellos, sean españolistas o catalanistas.

3. Plantee el problema en términos dicotómicos. Por ejemplo el pueblo catalán y sus representantes (o viceversa) frente a Estado (español, por supuesto). Es una de las mejores maneras de evitar la realidad. Por ejemplo, olvidar las notables diferencias dentro del electorado catalán y dentro del electorado general (con o sin Cataluña, que esa es otra). Temas posibles: derecho de autodeterminación (no vale presentar textos manipulados del Tribunal de La Haya), independencia (con o sin «troika»), Estado federal, Estado confederal, Estado libre asociado son cosas que se defienden a un lado y otro de la «frontera».

4. Vea la cosa como una pelea derecha-izquierda. Así se condena a no entender nada. Las CUP, supuestamente de izquierdas, son independentistas, Unió no se sabe bien qué son, pero son de derechas y no están por el «proceso» tal y como se ha planteado. Sin ir tan lejos, «la lista de Mas» incluye a gente de su partido (Convergència, de derechas) y de Esquerra Republicana de Catalunya, con etiqueta por lo menos de izquierdas. Es decir, que hay gente de derechas, a un lado y otro de la «frontera», que piensan cosas diferentes y lo mismo puede decirse de lo que sucede dentro de las izquierdas que mantienen su tradición de andar a la greña (léase el Homenaje a Cataluña, de Orwell). En general, hay gente de izquierdas, dentro y fuera de Cataluña, que defienden la autodeterminación y, en su caso, la independencia. Otros de izquierdas, en cambio, están en contra.

5. Recurra a argumentos históricos. En realidad, lo que impide llegar a acuerdos no es el uso de la disciplina académica llamada historia sino la toilette historique o historical lifting que cada cual practica para justificar y legitimar sus propuestas y pretensiones. Puede remontarse a Adán y Eva o quedarse en la Guerra de Sucesión o hablar de los Reyes Católicos y las sutilezas de reinos, principados, condados, etcétera, en los que el «pueblo» no contaba nada, sino que la soberanía residía, como su mismo nombre indica, en el Soberano que hacía y deshacía territorios con absoluta tranquilidad (esa es mi particular toilette).

6. En ningún momento plantee el tema en términos de intereses: qué intereses defiende quién y por qué. Hágalo en términos de grandes valores: libertad, nación, patria, identidad, liberación, pueblo, respeto a las leyes (si utiliza el argumento de que la Constitución no permite cosas, recuerde que se ha cambiado «de tapadillo» un par de veces y que, por tanto, es cambiable. Como decían los escolásticos: «vale pasar del hecho a la posibilidad»). Si esos valores se quedan en palabras nunca definidas, mejor para que la discusión sea eterna e inútil.

7. Súper-aconsejable: caricaturice a su contrario. Eso le enrabietará, responderá con sus propias caricaturas que a usted no le harán ninguna gracia y ya no hay quien pare.

Si yo fuera catalán, me pensaría muy mucho mi voto. Como no lo soy, de eso que me he librado. Como me he librado de responder a una simple pregunta: ¿son suficientes 68 escaños, contando o sin contar la abstención?

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