Información

Información

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La cuenta atrás de las catalanas ha empezado de modo inimaginable. Iceta no para de bailar. Como los observadores coinciden en que el pesecé ha perdido el sitio, ha debido pensar que todo lo que se mueva es poco. Le ha cogido el gusto y no hay más que ver a los que lo rodean en los mítines que no saben ya dónde meterse. Los principales matadores se han metido en situaciones contrapuestas, es decir lo habitual en ellos. Mas se ha enfrentado en La sexta a la punzante Ana Pastor y Rajoy ha preferido irse de cañas con Ana Rosa y contarnos que a su perro Rico le gusta mucho la Moncloa aunque, siendo el chucho de quien es, naturalmente aún no se ha mojado al respecto. Mas, que sí lo ha hecho, se muestra en sus intervenciones de un engolado que parece como si lo que estuviera cerca de arrancar fuese la historia de la humanidad con él al frente cuando en realidad la interpretación que hace de lo que llevamos andado marca y no poco su territorio: «El tema Pujol -asevera- es personal y familiar, y no tiene nada que ver con Convergència. No ha habido ni 3% ni 5%, estamos examinados desde la punta del pelo a la uña del pie». A pesar de que tiene su gracia, cuesta verlo en el Club de la Comedia. A Mariano, menos. Coincidió en el andén del ave con Pedro Sánchez y no se le ocurrió otra cosa que subir la foto a Twitter con el mensaje «Unidos ganamos», a lo que alguien contragolpeó con un «Cariño, no es lo que parece». Pablo Iglesias, sí que lo es. No solo sigue intentando explicar por qué aparece el Pablo Iglesias británico en el titular de un artículo suyo sobre el laborista Corbyn, sino que ha tenido que disculparse por pedir a los emigrantes que, además de haberse deslomado décadas para contribuir a la prosperidad común, sean los que ahora echen a Mas que ya se lo atribuirá él. Pues, sí. La verdad es que, sólo el arranque, es de no te menees.

Lo último en INF+

Compartir el artículo

stats