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Gerardo Muñoz

Alicante libertaria (y II)

Como vimos en el artículo anterior, el máximo esplendor del anarcosindicalismo en Alicante se produjo en 1919, año en el que la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) controlaba la Casa del Pueblo y contaba con 10.632 trabajadores adheridos.

Pero solo una minoría de estos afiliados tenía ideología libertaria. La mayoría eran trabajadores con poca o escasa base ideológica, que se habían sentido atraídos por una organización sindical fuerte que les proporcionaba cobijo frente a la patronal y a la dura situación socio-laboral, pero que la abandonaron en cuanto llegaron los años de la represión y la clandestinidad.

Represión y deportación

A raíz de la explosión de varios artefactos en Alicante, a primeros de 1920 el gobernador civil Dupuy de Lome ordenó una campaña de represión contra el sindicalismo. Clausuró la Casa del Pueblo y mandó detener a los dirigentes sindicalistas más destacados, que primero fueron encerrados en el castillo de Santa Bárbara y luego deportados a pie hasta pueblos de La Mancha, sin ser procesados previamente. El fracaso de una huelga general en diciembre debilitó a la CNT.

Esta represión sistemática, con frecuentes detenciones de dirigentes sindicalistas, más la campaña emprendida por la prensa burguesa contra el anarcosindicalismo, equiparándolo al terrorismo, agudizó el debilitamiento de la CNT durante todo el año 1921 y primeros meses de 1922, propiciando también el predominio de los partidarios de la violencia.

Moderados y radicales

El restablecimiento de las garantías por parte del Gobierno de Sánchez Guerra a partir de abril de 1922, favoreció el renacimiento de las actividades anarcosindicalistas y la preponderancia de las posturas moderadas en el seno de la CNT, que en junio celebró un Pleno de delegados en Zaragoza donde se reiteró la adhesión a la III Internacional y se aprobó un documento en el que se definía el sindicato como «un organismo netamente revolucionario que rechaza franca y expresamente la acción parlamentaria y la colaboración con los partidos políticos», pero que, a la vez, era «integral y absolutamente política, puesto que su misión es la de conquistar sus derechos de revisión y fiscalización de todos los valores de evolución de la vida nacional».

Este documento fue rechazado por los anarquistas más puros a través de la prensa y los mítines que se organizaron durante aquel verano de 1922. Aquí, en el Salón Moderno alicantino, fueron varios los dirigentes históricos del anarcosindicalismo quienes le reprocharon a Ángel Pestaña su supuesta confabulación con las autoridades gubernamentales, y el grupo anarquista «Espartaco» acusó a los dirigentes cenetistas de «colaboración política y burguesa».

Pero las posiciones moderadas se mantuvieron preponderantes en la CNT durante el resto de 1922 y buena parte del año siguiente. En Alicante se fundó el Ateneo Racionalista Cultural, que fomentaría la apertura de escuelas racionalistas; y, en colaboración con los sectores más progresistas de la ciudad, se firmó un «Manifiesto del pueblo» contra el terrorismo patronal, se pidieron responsabilidades por el desastre de Annual en la guerra de Marruecos y se obtuvieron algunos recortes en la jornada laboral. El 3 de julio de 1922, por ejemplo, el alcalde Pedro Llorca Pérez publicó un bando en el que daba a conocer la regulación de la jornada en un máximo de ocho horas para todos los comercios.

Dictadura de Primo de Rivera

Pero llegó la Dictadura de Primo de Rivera (13-9-1923) y la CNT hubo de volver a las catacumbas de la clandestinidad.

El gobernador civil de Alicante, que era otro general, Bermúdez de Castro, se valió de una disposición aprobada unos meses antes del inicio de la dictadura (marzo 1923), que obligaba a todas las asociaciones a presentar mensualmente sus libros de registro de socios y de contabilidad ante el Gobierno Civil, para ejercer un control absoluto sobre la CNT. Este sindicato pasó a la clandestinidad, muchos de sus dirigentes fueron apresados, y clausurados el Ateneo Racionalista Cultural y el semanario Redención.

Escuelas racionalistas

Continuaron abiertas sin embargo las escuelas racionalistas promovidas por el Ateneo. Estos centros escolares se inspiraban en el movimiento reformador e internacional de las denominadas escuelas modernas. Seguían un sistema de educación progresista, laico, mixto, sin castigos ni exámenes, sostenido por el anarcosindicalismo y grupos civiles interesados en garantizar la autoeducación de una prole racionalmente concebida mediante la maternidad consciente. Por las noches solían impartirse clases básicas y gratuitas de alfabetización para adultos, y su ideario no era ajeno a aquellos movimientos culturales que acogía el pensamiento libertario, como el naturismo o la superación de los idiomas nacionales mediante una lengua internacional.

Los principales inconvenientes con que se enfrentaron estas escuelas racionalistas fueron la penuria de material didáctico, la falta de maestros y maestras conocedores de los principios racionalistas, el espacio deficitario en las ciudades y, sobre todo en los años 30, la saturación de alumnos.

La CNT empezó a recuperarse muy lentamente a partir de 1929. Los socialistas controlaban la Casa del Pueblo y, aprovechando la clandestinidad del sindicato anarquista, la UGT había tomado posiciones importantes dentro del movimiento obrero alicantino. El colaboracionismo del sindicato socialista con el régimen dictatorial fue fuertemente criticado por la prensa izquierdista alicantina. Mientras la CNT perdió más de 5.000 militantes en la provincia entre 1919 y 1931, la UGT había pasado de los 7.635 afiliados en 1922 a los casi 20.000 en 1931.

II República

La CNT se enfrentó (muchas veces violentamente) desde el principio al régimen republicano, debido sobre todo a la imposición por Largo Caballero de los jurados mixtos (inspirados en los Comités Partidarios de la Dictadura, en los que habían participado los socialistas, que vigilaban las condiciones de contratación y el cumplimiento de la normativa laboral en el sector agrario); la ley por la que el Estado ejercía una mayor presión sobre los sindicatos; la ley de Defensa de la República que trataba de frenar la insurrección ácrata; y la ley de Orden Público que incluyó disimuladamente a los anarquistas entre los individuos socialmente peligrosos.

En Alicante se produjeron infinidad de huelgas convocadas por la CNT: la de ferroviarios en octubre de 1931; la de portuarios en febrero-marzo de 1932; la general de mayo de 1933, con estallido de cargas explosivas en las redes de tranvías y trenes; la de metalurgia y construcción en diciembre de 1933, con más explosiones; etcétera.

Treintistas y faístas

También en el seno de la CNT se produjo el enfrentamiento entre los sectores denominados «treintistas» y «faístas». Los primeros eran moderados, partidarios de una fase de preparación antes de promover la revolución social; recibían el nombre por el «Manifiesto de los Treinta» que firmaron Pestaña y otros dirigentes en agosto de 1931. Por su parte, los «faístas» (de FAI, Federación Anarquista Ibérica, organización fundada en la clandestinidad en 1927) representaban la corriente más radical y eran partidarios de propulsar la revolución de inmediato.

En el Congreso Confederal de junio de 1931 se impusieron las tesis moderadas, pero en 1933 se produjo la escisión, con la creación de los Sindicatos de Oposición, enfrentados a la CNT oficial. También en abril de aquel año, Ángel Pestaña fundó el Partido Sindicalista.

Esta escisión y el duro enfrentamiento con el régimen republicano produjeron un nuevo descenso en la militancia anarcosindicalista.

La CNT promovió la abstención en las elecciones del 19 de noviembre de 1933 que ganó la coalición derechista CEDA. Al mes siguiente, el anarcosindicalismo convocó una huelga general que fracasó, dejando a la CNT completamente extenuada.

Los anarquistas alicantinos se reunificaron en abril de 1936 y la afiliación volvió a crecer. En el Congreso celebrado en mayo en Zaragoza, los delegados de la provincia alicantina representaron a 15.000 federados.

Guerra Civil

Al inicio de la guerra civil, la CNT colectivizó numerosas empresas, en las que aumentó los jornales y eliminó la moralidad sexual tradicional (en algunas también el dinero). Una cuarta parte de los beneficios se destinaba a un fondo de reserva social, que garantizaba importantes prestaciones públicas (seguridad social gratuita, jubilaciones, indemnización por accidentes) y financiaban la creación de nuevos centros escolares y ateneos culturales.

El 1 de septiembre de 1936 se constituyó un nuevo Ayuntamiento con mayoría sindicalista y participación de la CNT. Y en noviembre el Comité del Frente Popular se reconvirtió para dar entrada a miembros de la CNT.

Pero la polémica entre guerra o revolución enfrentó a los anarquistas con el resto de las organizaciones. Mientras los primeros pensaban que para ganar la guerra había que hacer la revolución, los demás opinaban que antes de la revolución había que ganar la guerra. Este enfrentamiento se hizo más enconado con los comunistas, provocando graves revueltas. El conflicto fue aplacándose tras la constitución del Frente Popular Antifascista de Alicante (15-9-1937) y, poco a poco, más por necesidad que por convicción, los anarquistas fueron moderando sus aspiraciones revolucionarias.

Con el fin de la guerra llegó el exilio para la mayoría de los libertarios alicantinos que seguían vivos, y otro larguísimo periodo de clandestinidad para la CNT.

En 1986 el Instituto Juan Gil-Albert organizó una exposición titulada «El anarquismo en Alicante (1868-1945)», coordinada por Francisco Moreno Sáez.

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