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Javier Llopis

Opinión

Javier Llopis

Un puente gris para tiempos grises

La frase «el infierno está empedrado de buenas intenciones» parece especialmente pensada para describir el resultado de la reforma del puente de San Jorge. El actual gobierno de Alcoy ha tenido el valor de asumir en solitario la rehabilitación de esta pieza de ingeniería, cuyos niveles de deterioro se habían convertido ya en un motivo de bochorno para los ciudadanos y de preocupación para los técnicos. El proyecto llevaba décadas dando tumbos por los cajones de las diferentes administraciones públicas sin que ninguna se decidiera a ponerlo en marcha y al final, esta corporación se ha decidido a hacerle frente a una obra pública muy cara y llena de complicaciones técnicas. A pesar de estos méritos evidentes, hay que señalar que la finalización de los trabajos de reparación del viaducto ha provocado una reacción negativa absolutamente inesperada en la que se mezclan las críticas políticas y un notable grado de malestar ciudadano.

Para explicar este extraño giro de los acontecimientos, hay que reconocer una verdad dura pero incontestable: el puente de San Jorge ha quedado puñeteramente feo tras la reparación. El sórdido color gris de la construcción, sospechosamente parecido al de un muro sin lucir, es un tratamiento inmerecido para una infraestructura que con el paso del tiempo se ha convertido en un emblema de la ciudad y en una especie de imagen de marca de Alcoy de cara al exterior. Somos la ciudad de los puentes y éste es, sin el más mínimo asomo de duda, nuestro puente más bello y más singular. Aunque se han reparado todos los desperfectos y el viaducto ya no presenta el aspecto ruinoso de hace unos meses, estamos ante una obra muy especial en la que se habrían tenido que cuidar con cierto mimo las cuestiones estéticas.

A estos problemas de acabado hay que añadirles otra derivada importante: la reforma se ha finalizado sin que el Ayuntamiento haya tomado una decisión sobre el diseño del tráfico en la pasarela. La apertura de un proceso de participación ciudadana para buscar una solución final huele a excusa para ocultar algo que se parece mucho a la improvisación y a la falta de planificación. El puente de San Jorge es un elemento básico para regular las relaciones de movilidad del centro de Alcoy con el resto del casco urbano y cualquier gobierno municipal que se precie está obligado a tener una propuesta clara y bien definida sobre el tema. Aunque los errores son incontestables, sorprende que el PP haya sido la única formación política que se haya decidido a enarbolar la bandera de las críticas contra esta obra. Los populares no están en condiciones de dar lecciones sobre el puente de San Jorge, ya que son el mismo partido que durante once años de gobierno dejó que el viaducto siguiera soltando cascotes, destinando a una pomposa e inútil iluminación ornamental el dinero que se debería haberse gastado en reparaciones; el mismo partido que destrozó para siempre la skyline de esta magnífica construcción con el infame mamotreto de La Estambrera y el mismo partido cuyas instituciones (Diputación y Generalitat) se negaron a colaborar económicamente en el proyecto de reforma.

Con su triste color gris y con doloroso rosario de críticas, la reparación del más emblemático de los puentes alcoyanos es una obra típica de estos tiempos de crisis en los que las cuestiones estéticas han pasado a segundo plano. La mejor prueba de que existen deficiencias es que los promotores de este polémico proyecto se ven obligados a echar mano de los argumentos económicos a la hora de defender los modestos resultados finales de esta rehabilitación; como diciendo «muy bonito no ha quedado, pero por lo menos nos ha salido apañado de precio».

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