El tripartito que gobierna Alicante hizo el jueves lo que debía de hacer. Abrir las puertas para que las cámaras pudieran tomar imágenes de una reunión que se celebraba en un espacio público y con representantes públicos, y hacerse acompañar en ese encuentro de técnicos municipales. Luz y taquígrafos. Es lo que prometieron en la campaña y es lo que esta vez han hecho. La reacción que algo tan simple como eso provocó en los directivos de Ikea, que salieron literalmente corriendo del despacho, demuestra hasta qué punto la multinacional desprecia las administraciones públicas y se había acostumbrado a no guardar ni las formas. Pero lo más rocambolesco de todo es que, después de salir huyendo de la Alcaldía, los suecos llamaran al portavoz de Ciudadanos. Y lo más grave es que Cifuentes, en lugar de colgarles el teléfono, se prestara a ser su correveidile.
