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Crónicas precarias

Adiós a la barra libre del aborto adolescente

Tenían que hacerlo, se les había quedado el gusanillo dentro. Aunque probablemente en el fondo sabían que era una mala idea. Como cuando estás empapuzado cual cerdo en cochiquera pero te puede la gula y le pegas otro meneo al bote de helado. Como el último y desafortunado chupito de la noche que te hace jurar en arameo a la mañana siguiente. Era superior a sus fuerzas: en el PP no consiguieron imponernos su brutal reforma de la ley del aborto, pero se quedaron con ganas de cercenar un poquitín la libertad de las mujeres, que desde que nos dejan llevar pantalones estamos muy sueltas. ¡De algún modo habían de demostrar la pasta rancia de la que están hechos! Así que, para acabar con la ansiedad (que es muy mala y deja la piel fatal), decidieron cebarse con unas cuantas menores vulnerables y desamparadas.

Pasito a pasito, sus ilustres señorías han aprobado la normativa que obliga a las chicas de 16 y 17 años a contar con el consentimiento paterno para interrumpir su embarazo. Ya que no pudieron obligarnos a todas a desangrarnos en abortos clandestinos, escapar al extranjero en plan vintage o parir hijos a la fuerza, han optado por ahogar sus frustraciones reaccionarias con el eslabón más débil de la cadena.

Encima, el alcance de la ley es mínimo: según el Ministerio de Sanidad, durante 2013 solamente un 12% de las chicas entre 16 y 17 años que abortaron no se lo comunicó a sus padres. O lo que es lo mismo 496 de 4.010. Pensadlo: muy horrorosa tiene que ser la vida en casa para que una adolescente se quede embarazada y no acuda a alguno de sus progenitores en busca auxilio y refugio.

De hecho, la normativa vigente hasta ahora no eximía de informar a sus padres a cualquier chica, sino solamente a las que sufrían situaciones extremas, como violencia intrafamiliar. La afectada siempre puede recurrir a los juzgados, pero teniendo en cuenta que la Justicia está un pelín saturada y que en una gestación las semanas pasan muy rápido, os podéis imaginar los dramas que se crearán.

Claro, se avecinan elecciones y era necesario lanzar unas migajas al sector más siniestro de su electorado. Si por el camino le destrozan la vida a 400 o 500 jovenzuelas, pues qué le vamos a hacer, daños colaterales. Que son unas niñas, dicen. Y como tales, nada mejor que obligarles a ser mamás contra su voluntad. Total, hace cuatro días estaban jugando con muñecas así que tendrán fresco todo lo relacionado con bebés y cunitas. También pueden recurrir a clínicas ilegales o métodos caseros, que pregunten a sus abuelas sobre perchas, seguro que eso fortalece los vínculos intergeneracionales.

Al final, la gran victoria del Gobierno se reduce a que si una menor es violada por su padre y no se atreve a denunciarle, tendrá que pedirle permiso para interrumpir el embarazo. Una estampa familiar encantadora. ¿Os resulta muy repulsiva la imagen? ¿Muy exagerada? Pues precisamente para ese tipo de realidades estaba pensada la ley que ahora pasa a mejor vida. ¡Felicidades, ultras recalcitrantes, por fin podréis dormir tranquilos, habéis conseguido que alguna mujer no pueda abortar legalmente! Ahora tendréis que buscaros otro hobbie. Os recomiendo hacer puzles o tejer bufandas, a mí me relaja mucho.

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